Me volví puta por salvar a mi marido |
Esto me lo contó una amiga, le pasó hace algunos años, pero como ella no sabe redactar, le ayudé y se los comparto:
A veces por el amor de una pareja, uno puede hacer lo que sea. Precisamente eso es lo que me pasó con mi marido. Él tuvo la grandiosa idea de tomar un celular tirado en la calle, sin pensar en las consecuencias. El móvil tenía localizador y no pasaron 20 minutos cuando la policía ya lo estaba deteniendo. Lo acusaban de robo. Inmediatamente lo llevaron a la delegación, con la amenaza de mandarlo a reclusorio. Para no trasladarlo, los policías solicitaron 50 mil pesos para liberarlo. Obvio yo no tenía ese dinero, mi esposo hizo su llamada y me dijo que solo le habían dado dos horas para conseguirlos y solo pude juntar 30 mil con algunos amigos y familiares. Con esa cantidad me presenté en la delegación, donde antes de que pasara con un juez, me abordó un policía, que me dijo: “tu eres la del esposo que se robó el celular”, le contesté que mi esposo no había hecho eso”. Me replicó: “lo que sea, te va atender mi comandante”. Me hicieron esperar como media hora, cuando llegó el comandante, me vio de arriba abajo, prácticamente me desnudó con la mirada. Yo soy una mujer que no está de mal ver, tengo bonitas piernas, quizás no muchos senos, pero mis caderas se ven bien, además traía una falda un poquito más arriba de mi rodilla. Me preguntó si traía los 50 mil pesos, le dije que solo había juntado 30, él me respondió: “no, señora, así está difícil, vamos a tener que trasladar a su esposo al reclusorio”. Eso me asustó muchísimo, le dije que se compadeciera, que le conseguía el resto el dinero en los siguientes días. El comandante, al verme tan nerviosa, trató de calmarme: “cálmese señora, podemos arreglarlo de otra manera, pero tiene que cooperar”. Al momento que me decía eso, me tomó de las manos fuertemente y no dejaba de verme mis piernas. Le pregunté de qué se trataba y me contestó: “mire señora, se lo voy a decir honestamente, usted está muy bonita, y la verdad me gustaría cogérmela. Si se deja, aceptamos los 30 mil y su esposo sale libre”. Me dio escalofrío lo que me dijo, no me imaginaba a mi esposo en la cárcel, aunque tampoco me imaginaba cogiendo con ese policía corrupto, pero la realidad es que no me quedaba de otra y como hipnotizada, solo le dije que aceptaba el trato. Él inmediatamente me dijo que me subiera a la patrulla y tras unos 10 minutos de camino, llegamos a una bodega, donde otro elemento policiaco le abrió una cortina metálica, donde la unidad entró y vi que ahí había un sofá y un escritorio. Me ordenó que me bajara y tomándome de la cintura, me dio la orden de que ahora en adelante le tenía que llamar “señor Sergio”. Yo asentí con la cabeza. Después me dio una nalgada y me dijo “encuérese señora y siéntase en el sofá”. Yo fui quitándome la ropa muy lentamente, mientras el “señor Sergio” se había ya desnudado, y tenía un pene muy grande, y todavía no estaba erecto, la verga de mi esposo comparado al miembro de este policía era muy pequeño. Sin que pudiera controlarlo, mi vagina comenzó a mojarse y apretarse al ver esa verga. Todavía no me quitaba la tanga que traía, cuando me dijo, “chúpela”. Yo tomé con mi mano ese “monstruo negro y con cabeza roja”, comenzando a mamarla lentamente. Solo me metí su verga como dos centímetros, pero luego me tomó de la cabeza y me forzó a que me tragara más de 20 cms en mi garganta. Tenía ganas de vomitar, pero aguanté la sensación, porque luego me sacaba todo su pito y me daba la orden que lo lamiera. Yo me dejé llevar por mis instintos, olvidando que era una mujer casada, estaba a merced de ese policía y mi deseo de mujer fue mayor, ya no cuestioné en mi mente si estar ahí con “el señor Sergio” era malo o bueno, simplemente me puse disfrutar el miembro de ese hombre de 1.80 de estatura, de barriga prominente, moreno, casi negro y que tenía un olor penetrante, algo desagradable pero que se mezclaba con el olor de su pene, lo que comenzó a excitarme mucho. Tras 10 minutos de tener con mi boca su verga, me ordenó que me subiera en él: “vamos putita, móntese y clávesela”. Con sus manos grandes y regordetas me dio unas nalgadas, y comencé a meterme esa verga tan gruesa y grande, al principio me dolió mucho, grité de dolor, pero eso le excitó más al “señor Sergio”, quien me jaló hacia él, y sentí todo ese palo dentro. En ese momento mis gemidos se intensificaron. Estuve galopando en esa verga, que en cada movimiento la sentía más rica, estaba sudando mucho y mi conchita se había hecho más grande por el tamaño del miembro de este hombre que me tomaba de la cintura fuerte, mientras yo hacia el sube y baja en su palote. De repente, me dijo que parara, me tomó de las piernas, mientras yo lo abracé fuertemente y me levantó fácilmente, cogiéndome ahí parado, mientras yo con mi piernas rodeaba su cintura, yo gritaba como ensimismada, esa pose jamás la había hecho, luego me volvió a colocar en el sillón y de a perrita me ensartó, solo sonaban mis nalgas con el golpeteo de sus piernas. Así estuvimos varios minutos, hasta que sentí como llegaba un orgasmo riquísimo, me sentía putísima, gemía como perra, me estaba viniendo con todo, cuando sentí también el semen del “señor Sergio”, y por fin supe lo que es cuando a uno la llenan toda. Nunca había sentido eso con mi amado esposo, y quien le era infiel para salvarlo. Tras la venida, el comandante se salió de mi vagina y fue el baño, yo acostada en el sofá, tras unos minutos y terminando de calmarme tras el orgasmo, comencé a llorar. Él regresó y me “consoló”: “ya no se sienta culpable…¡mire, su esposo ya está salvado!, cuando acabemos voy a hablar para que lo suelten”, le pregunté: “¿qué no terminamos ya?” y contestó: “no señora, mi compadre también quiere chingársela”. En eso entró el policía que había abierto la bodega donde estábamos y se paró enfrente de mí, mientras el comandante se sentó en una silla, para ser un espectador más. El compadre se bajó los pantalones y se sacó la verga, y aunque no era tan grande como la del “señor Sergio”, me ordenó que se la mamara, todavía con mis lágrimas, comencé a chupársela, mientras él me decía que lo hiciera suave, que le diera lamiditas, que le diera besitos a su pito. Me sentía humillada, pero a la vez, mi excitación me hacía sentir que debía dejarme llevar, tras unos minutos de que se la mamé, puso mis piernas en sus hombros, y comenzó a cogerme muy duro, mi vagina estaba muy abierta e hinchada, y recibía sus estocadas con gusto. Volví a gemir fuerte por la sensación de dolor y placer al mismo tiempo, sentía su pene super caliente y duro. En esa misma posición me vine nuevamente y a chorros, el “señor Sergio” quien veía todo, me gritó: “¡ya ve señora, qué rico la está pasando, si usted es bien putota!”, mientras se carcajeaba con el otro policía. Después, su compadre sacó su verga de mi pucha y me la metió en la boca y ahí se vino totalmente, mientras recibía su semen a borbotones, se me iba a la garganta su “leche”y otra se me salía de mis labios. Sacó su pito de mi boca y se retiró, mientras el “señor Sergio” se dirigió a mí: “ahorita mando la orden para que saquen a su marido”. Por radio oí como le decía a alguien que liberara a mi esposo. Luego ordenó que me vistiera, porque me llevaría a la delegación. Ya en la patrulla, me “aconsejó” que “no la hiciera de pedo”. Yo le dije que no se preocupara, con la liberación de mi esposo no volvería a verme. Cuando liberaron a mi esposo, no podía verlo a los ojos, él se sacó de onda, pero pensó que era por el dinero que habíamos pedido prestado para sacarlo. Lo sigo amando, pero el deseo de sentir nuevamente a ese hombre con esa verga tan grande se quedó en mí. Dos meses después regresé a la delegación a “saludar” al comandante, quien al verme, me recibió con una gran sonrisa. Me hice su puta y me ha compartido con más policías y hasta les cobra, dándome mi parte, se convirtió en mi padrote, pero mi marido no sabe nada, y espero que nunca sepa nada, porque a pesar de todo aún lo amo y es el padre de mis hijos. |
446904 Hija de familia |