Mi mujer sin pantaletas de vacaciones |
Relato: Mi mujer sin pantaletas en vacaciones. Somos un matrimonio maduro, Verónica de 55 años, mide 1.68 mt y pesa unos 65 kg. Tiene unas tetas bien puestas. Madre de dos hijos, aún tiene un culo de maravilla. De piel blanca, se tiñe el cabello de rubio. Llevamos más de 25 años de casados y hemos tenido una vida sexual más o menos normal, hasta que hace un par de años la situación se fue deteriorando y decayendo, por lo que solo cogíamos una vez al mes o hasta cada dos meses. La rutina cotidiana, el estrés de la economía, el trabajo agotador y una buena dosis de aburrimiento nos llevó a una crisis tal que incluso llegamos a pensar que lo mejor sería separarnos. Hablamos calmadamente de la situación tratando de encontrar solución al problema. Le propuse que hiciéramos cosas nuevas, diferentes como realizar alguna de fantasía erótica para motivarnos mutuamente. Aunque ella no estaba muy convencida y ponía cierto interés, no mejorábamos nuestra relación. Le propuse salir de la monotonía de la casa para viajar los dos solos, sin los hijos, a la playa, en alguna ciudad en donde hubiera muchas actividades y gente para pasar una semana loca de sexo desenfrenado, hacer lo que se nos diera la gana y sin tabúes, pero en pareja. Días después me confirmó que sí quería experimentar esa idea de vacaciones alocadas llenas de sexo. Reservé en un buen hotel para pasar una semana solos en la playa. Ese día Verónica se puso una súper minifalda negra muy ajustada que casi dejaba ver el inicio de sus nalgas. Calzaba unas sandalias de tiras negras con tacones y un chaleco cortito y escotado que hacía que sus tetas amenazaran con salirse en cualquier momento. Le pregunté el motivo al que se debía el cambio de atuendo y me respondió con tranquilidad que durante estos días en la playa pensaba exhibirse y lucir como la más puta de la ciudad. Mientras me registraba en la recepción del hotel, ella se sentó en un sofá de la recepción y mientras hojeaba una revista movía sus piernas de tal manera que llamaba la atención de los que la veíamos. Vaya espectáculo. Allí estaba mi mujer dejando ver discretamente que no llevaba pantaletas y mostrando su sexo rasurado. Entrando al muy agradable cuarto del hotel, la empuje sobre la cama, sabiendo que no llevaba ropa interior, la puse a cuatro patas y me la cogí salvajemente. Ella, con su cara sobre una almohada, gemía de placer mientras se la metía y sacaba rápidamente. Se vino 3 veces. Entonces se metió mi verga en la boca y me la mamó hasta que me vine en su boca. Se tragó mi leche. Vaya cogida, vaya mamada. Quedamos agotados. Nos besamos y abrazados me preguntó si me había gustado. Le respondí que estaba muy contento con el cambio y que me gustaba su forma de comportarse. Me confesó que algunas veces que habíamos cogido o cuando ella se había masturbado, había tenido la fantasía de exhibirse en público como una puta, pero que la vergüenza por el "que dirán". No se había atrevido a decírmelo, pero que ella, en su intimidad, se lo había imaginado más o menos así como hoy se atrevió a hacerlo. Tenía miedo de perderme por mostrar sus perversiones sexuales y se abstenía de mostrarse así ante mi y cualquiera que pudiera decir algo de ella. Me la comí a besos y le dije que compartía su fantasía, ya que a mí me excitaba mucho que otros la vean y sobre todo la idea de que desearan sexualmente a mi mujer. Mientras deshacíamos las maletas, estuvimos hablando de sexo desenfrenado y al final me dijo “ya verás lo puta que es tu mujer…. Si tanto te excita que otros hombres me deseen sexualmente, durante estos días vas a tener a la más puta de todas contigo….ya verás”. Y así fue. No Ninguno de los días que estuvimos de vacaciones usó ropa interior. Solo se puso micro faldas que no le llegaban a tapar ni siquiera las nalgas. Verónica no aparenta sus 44 años, tiene el cuerpo de una mujer que va al gimnasio cuatro veces por semana y es muy femenina. Tiene un don natural al que a partir de esos días ha sabido sacarle provecho. Tiene una linda cara de puta mamadora y lo sabe y ahora lo resalta muy bien, con los pintalabios y un piercing que se ha puesto en el labio inferior, escomo para calentar a cualquier hombre. Todos los días salíamos a pasear, de compras o a comer, a tomar algo o de fiesta. Ella vestida como una cachonda, sin bragas ni brasier. Se dejaba meter mano en cualquier sitio y cuando estábamos en algún bar, restaurante o incluso en las discotecas se sentaba de tal forma que se le viera bien que debajo de la minifalda no había más que unas hermosas nalgas y un coño bien mojadito. Cogimos en callejones, me la mamó en los baños de cualquier bar o discoteca. Me la cogí en un parque como a y cogimos en el elevador del hotel. Estábamos todo el día cogiendo como conejos. Pero lo mejor de todo fue el penúltimo día, cuando estábamos cogiendo en el cuarto yo la decía que era una puta, una perra y la decía que todos se la querían coger porque era una puta exhibicionista que calentaba a todos los hombres y que ellos no pensaban más que en cogérsela. Se lo dije muchas veces y eso la calentaba haciendo que se viniera más de 3 o 4 veces. Ese penúltimo día no paraba de tener orgasmos y cuando quedamos rendidos sobre la cama me dijo que esa noche quería alocarse en la discoteca, ligarse a algún tipo, mamarle la verga en el baño y luego llevárselo al hotel para que entre los dos nos la cogiéramos por todos sus agujeros. No podía creer, que mi mujer me estuviera diciendo aso. La verdad es que su comportamiento había sido hasta ese momento el de una puta, pero una puta solo para mí solamente. Aunque todos los días se exhibía en público, la gran mayoría solo veían a una rica mujer que se vestía muy tentadoramente, quizás como una puta y algunos tuvieron la suerte de verle una teta o el culo. Pero lo que me estaba diciendo era otra cosa. Aunque me excitara que se comportara como una puta pensé que lo me había dicho fue porque estaba muy caliente en ese momento y lo hacía solo por complacerme. Nos echamos una siesta y cuando me desperté me di cuenta que estaba solo en la habitación. Serían las 10 de la noche. Pensé en bañarme pero decidí llamarle a su celular, para saber en donde andaba, cuando entró por la puerta. Traías unas bolsas y dándome un beso apasionado en la boca, me dijo que se había despertado dos horas antes y que había salido a comprar unos trapitos para ponerselos esa noche. Medio dormido le sonreí y me metí a la regadera y mientras me bañaba comencé a darle vueltas al coco. ¿Que se habrá comprado?, ¿Por qué no me habrá despertado? Igual quiere sorprenderme con algo especial. Pero… ¿cómo se atrevió a salir sola y vestida como una puta? Porque al entrar al cuarto llevaba puesto un mini pantalón, que más bien parecía una tanga, de color blanco, muy fino y ajustado, tan ajustado que por detrás se le metía entre las nalgas y por delante le marcaba totalmente sus labios vaginales. Llevaba la parte superior de un bikini, también blanco, que apenas le tapaba los pezones, aunque era igual porque de lo duros que los tenía se le quedaban tan marcados que parecían que iban a perforar la tela y calzaba unas sandalias de color blanco. Si yo me encuentro una mujer así, sola por la calle, pensaría que anda buscando algo y con lo caliente que estaba ella esos días me entró la duda de si no habría estado cogiendo con alguno o le había mamado la verga a alguien. Lo que si era evidente es que estaba muy cachonda, porque sus jugos la delataban al tener la parte del pantalón que estaba en contacto con su sexo totalmente mojado. No me atreví a preguntar nada, primero porque me invadieron los celos y segundo porque me excitaba tanto la idea de que fuera verdad lo que pensé, que no quería estropear todo con una pregunta incomoda. Cuando salí de la regadera ella estaba apoyada en la barandilla de la terraza de la habitación. Era una visión tentadora verla de espaldas mostrando sus nalgas y sus hermosas piernas que parecían interminables al mirarlas. Se giró al oírme y corrió a besarme. Me decía que estaba loca de contenta, emocionada de que como había cambiado nuestra vida en tan poco tiempo, que la pasión la desbordaba, que estaba caliente como una perra de lo golfa en lo que se estaba convirtiendo. Que si la quería, que si la deseaba…. en fin, se me la verga de verla como estaba vestida, de las cosas que me decía y de pensar en la maravilla de puta que tenía por mujer y lo que me gustaba mucho el cambio de actitud que había dado. Sin darnos cuenta estábamos en la terraza, yo desnudo, de pie y con la verga parada, mirando al cielo y ella en cuclillas mamándomela como nunca. No tardé ni 2 minutos en tirarle varios chorros de leche en la cara y la boca y mientras ella se relamía y se los metía en la boca con los dedos. Varias habitaciones más allá de la nuestra y en su terraza había unos jóvenes extranjeros que aplaudían la faena de mi esposa mientras mostraban sus vergas tiesas, con claro gesto de masturbarse. Ella se quedó mirándolos, eran 4. Tendrían unos 20 o 25 años. Mi mujer me miró y me dijo “¿viste lo cachondos que los puse?…. Ahora verás…. "Se quitó el mini pantalón y allí mismo, de pie, comenzó a masturbarse delante de ellos. Se metía los dedos mientras les miraba y se pasaba la lengua por los labios. Con la otra manos se frotaba el clítoris y no hacía más que jadear de gusto. Aquellos se masturbaban y miraban incrédulos el espectáculo de semejante hembra caliente. Verónica no tardó en venirse. Tuve que agarrarla porque las piernas se le aflojaron del gusto con el que se vino, pero no perdió detalle de las vergas que los chicos masajeaban y pronto le obsequiaron con unos chorros que salían disparados de sus vergas hacia la calle. Ella les sonrió y les envió unos besos cariñosos mientras ellos se metían los dedos en la boca, haciendo el gesto de la mamada, pidiéndole a mi mujer que fuese a la habitación. Nos metimos al cuarto. Ella temblaba de lo caliente que estaba y me preguntó si le había gustado el espectáculo. Yo tenía otra erección y quise cogérmela poniéndola otra vez a cuatro patas, pero ella me paró y me dijo que no fuera impaciente, que teníamos toda la noche para divertirnos y que quería tenerme en plena forma. Me hizo vestirme con un pantalón vaquero ajustado y una tanguita negra de cuero. Ella me había comprado una camiseta negra de manga corta, de lycra que se me pegaba al cuerpo. Como acudo al gimnasio tengo buenos músculos para lucir. Y también unas botas camperas muy extravagantes. Me besó metiéndome la lengua hasta la campanilla, me agarró la verga con su mano derecha y me susurró al oído “te voy a chupar hoy hasta la última gota de leche, cabrón!”. Antes de salir de la habitación, nos besamos levemente; no me dejó besarla en la boca para no estropear el maquillaje de los labios, pero solo con el abrazo y sentir el olor de su perfume, me fue suficiente para experimentar una leve erección; la noche se presentaba ideal. Fue entonces cuando me pasó por la cabeza una idea maravillosa, que me excita muchísimo y que a veces le he pedido a mi mujer: consistía en que cuando bajáramos a cenar el restaurante, lo hiciera ella sin ropa interior, sin pantaletas; ella se había depilado las piernas y las tenía más suaves que la superficie del mármol y, aunque no había afeitado la totalidad de la vulva, se había dejado su vello íntimo muy cortito, reduciéndose casi su extensión a la zona del pubis. Me fue inevitable pensar en la situación en la que Sharon Stone en "Instinto básico", mostró al grupo de policías que la interrogaban -y al mundo entero-, sus encantos de una forma fugaz. Tampoco lo conseguí a la primera; tuve que insistir varías veces y casi enfadarme, argumentando que uno de los objetivos de nuestro viaje era precisamente dejar de lado la monotonía que en lo sexual nos había invadido anteriormente. Al final aceptó; se quitó las medias delante de mí y pude comprobar que el color de la piel de sus muslos, todavía sin broncear, era mucho más natural y bello que el color de sus medias; a continuación, de espaldas a mí, se subió la falda y pude ver su pantaleta blanca que ocultaban sus preciosas nalgas. Introdujo sus manos entre la tela de la pantaleta y su piel y se la quitó. Mientras descendía la pieza por sus muslos, pude ver su culo, lo que me produjo otra leve erección que me hizo pensar en la posibilidad de no ir ni a cenar ni a ver el espectáculo porno que teníamos previsto. Pero me aguanté y supe esperar. Y así vestido me hizo salir del la habitación y me dijo que la esperara en un restaurante que estaba cerca del hotel, en el que habíamos cenado hace tres días. Le pregunté que qué iba a hacer ella mientras y me contestó que era una sorpresa, que me fuera de una vez porque se hacía tarde. Estuve casi una hora escondido cerca de la salida del hotel. Estaba nervioso y quería saber a dónde iría ella. Pero no salió. Pensé también que había aprovechado para ir a la habitación de los chavos de antes y pegarse una sesión con ellos, pero tampoco, pues a los pocos minutos de haber salido yo, ellos salieron detrás de mí, incluso me vieron y con el gesto del dedo índice hacia arriba y con un guiño de ojo me dieron el visto bueno a la faena de la terraza. No se me ocurrió pensar que posiblemente se estaba arreglando concienzudamente de una manera sexy y provocativa para mí. Enseguida me di cuenta y me fui cuanto antes al restaurante no sea que me descubriera. Después de un rato llegó ella. Me di cuenta por la cara del camarero y de algunos clientes que estaban cerca de mi. Me giré y ya tenía su boca en mis labios. Me besó como si fuese mi perra viciosa y me dijo en voz alta, delante de todos “te gusta tu PUTITA…..? “. Estaba impresionante. No daba crédito como mi mujer había cambiado en unos días. Por mi cabeza pasaron muchas cosas rápidamente pero lo más importante era que estábamos disfrutando los dos del sexo gracias a que habíamos liberado nuestras mentes, sin tabúes y sobre todo que coincidíamos en los gustos. Dentro de ella se escondía una mujer exhibicionista, muy puta y muy cachonda con un marido cómplice, igual de vicioso que ella. Si amigos, allí estaba ella vestida, bueno vestida por decir algo porque era muy poca la ropa que llevaba. No me fue posible quitarme de la mente ni un solo momento el hecho de que mi mujer estuviera sentada con falda y sin calzones; ella se preocupó de cerrar bien sus piernas, incluso llegando a cruzarlas de vez en cuando, evitando así la mirada directa de algún curioso que se apercibiera de tal situación creo que todos los tipos que había en el restaurante estaban con la verga tiesa y deseando cogerse a esa deliciosa mujer. Para la cena se vistió estupenda: con una micro falda blanca y una blusa clara transparente con botones; ligeramente pintada estaba estupenda. La belleza de su cuerpo se veía aumentada por unas medias de red y por sus zapatos de tacón. Esa mini falda solo le tapaba la mitad de sus nalgas, pero ese remate de puntilla disimulaba un poco tanta carne, porque entre lo que se podía ver y lo que se dejaba a la imaginación podía uno pensar que no llevaba nada debajo. Ella, como si me leyera el pensamiento, se dio una vuelta y mirándome a los ojos me volvió a preguntar, ingenuamente, si me gustaba o no su atuendo. Evidentemente al girarse la minifalda cogió vuelo y nos enseño a todos lo bonito que tenía trasero y lo depiladito que llevaba el coño. La cerda sonrió y besándome en los labios me dijo le encantaba como se sentía, libre para mostrar su cuerpo. Mientras tomábamos unas bebidas la observaba. En la parte de arriba llevaba un corpiño de charol negro, atado por delante y por detrás con cuerdas, de tal forma que le hacia una cintura de avispa. Por detrás dejaba al aíre casi toda la espalda y por delante le hacía un escote exageradamente voluptuoso, sus tetas parecían que iban a explotar si respiraba más fuerte de lo normal. En Los pies llevaba unas medias de red blanca solamente hasta los tobillos, enfundadas en unas sandalias de charol negras, de tiras finas y con un tacón de aguja exagerado, por lo menos medían de 18 a 22 cm., estaba completamente de puntillas, apenas podía caminar. Los pasos los tenía que dar muy cortitos para no caerse, pero ella le daba una gracia al movimiento que parecía una gatita en celo mostrando su cola. Las uñas tanto de los pies como las manos las llevaba pintadas de rojo brillante, al igual que los labios, remarcando su cara de come vergas. Los ojos los llevaba muy pintados, con exceso de rimel y las pestañas eran postizas y muy largas. En el cuello llevaba una cinta roja ajustada lo que le daba un aíre de fulana que me ponía caliente, además, con la cara de viciosa que tiene yo no sabía si iba a aguantar toda la noche sin cogérmela ahí mismo delante de todos. Además la muy puta se me había presentado con dos coletas que ya no había lugar a dudar que mi querida esposa se veía como toda una puta. Durante las 2 horas de la cena fuimos atendidos por diferentes camareros que se mataban por ver a mi mujer. Ella se pasó todo el rato provocandolos, dejando ver sus lindas piernas, su tetas que por momentos parecían quererse salir de aquel apretado corpiño. Se levanto al baño varias veces y nos deleitó a todos los comensales con su provocativo meneo de caderas mientras la minifalda volaba de lado a lado de sus piernas dejándonos ver sus ricas nalgas. Ella sabía que la mirábamos y se recreaba exhibiéndose. En fin que fue una cena muy pero que muy caliente. Yo tenía la verga que me dolía de lo que me apretaba el pantalón y ella estaba muy pero que muy caliente, la condenada se mojaba con sus jugos que daba gusto. Cada vez que se levantó al baño dejaba el asiento mojado y si en la parte interna de sus muslos se le notaba el brillo de los líquidos que resbalaban entre ellos. Cuando salimos de allí eran casi la una de la madrugada. Nos invitaron unas copas y ya no sabían que hacer para retenernos más. Uno de los camareros se atrevió a decirnos que había un Pub cercano en el que se podía tomar una copa a gusto. Que él iba casi siempre al cierre y que si íbamos nos acompañaba para enseñárnoslo. La verdad, yo hubiera hecho los mismo. Mi mujer fue al que más calentó en toda la noche. Lo tenía loco y el chaval no sabía cómo hacer para cogérsela. Le echó huevos pero mi mujer tenía otros planes. Con una sonrisa en los labios le contesto que tal vez iríamos y meneando su trasero salimos de allí mientras todos la devoraban con la mirada. Decidimos ir a las discotecas. Cuando entramos a una Verónica me dijo: “entra en ese local y cuando me veas entrar te vas al baño”. A los 10 minutos entró ella acompañada de un tipo que la había visto en la calle y quería ligársela. En cuanto me vio ir hacia el baño ella le dijo al otro que enseguida volvía que tenía que orinar. En cuanto entré, ella me empujó hacia adentro y aunque había dos tipos orinando, ella me metió en un privado de los que tienen puerta y allí si mediar palabra me cogió la mano y se la llevó a su empapada vagina. Dios mío, era un lago, nada mas apoyar mis dedos estos se hundieron dentro, resbalaron en su interior sacándole un gemido mientras me mordía la oreja y me suplicaba como una perra en celo “ Cógeme…. Métemela, Cógeme aquí, como a una perra…. um…. métemela ya…. Si , así,… dame tu verga papito…, ah!…. quiero venirme……, um!”. Realmente estaba muy caliente, vaya puta cachonda que tengo por mujer. Se la metí sin contemplaciones. Yo también estaba muy caliente y a punto de explotar. Ella, de espaldas, apoyaba sus manos en la pared mientras levantaba el culo que con los taconazos que llevaba se lo dejaba más alto que mi verga. Yo la agarraba de las caderas para cogérmela rico. No tardó en venirse, apenas tardó unos minutos. Estaba muy caliente y tuvo que taparse la boca con la mano para ahogar sus gemidos de placer, aunque si había alguien fuera podía saber perfectamente que la muy puta estaba viniéndose de gusto. Yo tampoco aguanté más y le llené todo el chocho con mi leche caliente. En cuanto la sintió, ella misma se sacó mi verga y agachándose delante de mí me la limpió con su boca como ansiedad. Desde mi posición podía verle el coño, todo abierto rezumando un líquido blanquecino, mezclado con sus jugos. Se levantó y me besó cachondamente, metiéndome la lengua por todos mis recovecos de la boca. Agarré su sexo que estaba encharcado, su venida le escurría por los muslos. Que caliente estaba. Enseguida me quitó la mano y me dijo que no me la limpiara, que fuera había un tipo que la estaba esperando y que se lo iba a traer al servicio para que le comiera el coño y se lo dejase súper limpio. Ella a cambio le haría una buena mamada. Imagino que algunos de los que salieron del baño comentaron lo que pasaba allá adentro y el tipo con el que entró se cansó de esperar y se largó. Después de tomarnos una cuba en ese local nos fuimos en una discoteca en donde había muchos jóvenes extranjeros. Como a las 2 de la madrugada, en cuanto entramos mi mujer fue agasajada por unos chicos, los vecinos de la tarde que se habían masturbado mientras ella se exhibió y se vino delante de ellos. Mi mujer estaba muy caliente. Me dijo al oído “cariño… estoy muy caliente, necesito vergas… . Ya vámonos para el hotel que quiero que tu y los vecinos me cojan hasta que me salga leche por la orejas”. Le guiñé un ojo y le dije que eso estaba deseando. No me dio tiempo a moverme, enseguida se acercó a uno de los chicos. La devoró con la mirada mientras con su mano derecha ella le sobaba la verga. Cuando otro de los chavales quiso abrazarla, ella lo tomó del cuello y mientras le hablaba al oído él no dejaba de masajearle las tetas por encima del brasier mientras que al que acababa de besar le sobaba las nalgas por debajo de la mini falda y le metía los dedos en el coño. Hizo un gesto de sorpresa y los sacó empapados de un líquido pegajoso. Ella los tomó con la mano y se los llevó a la boca chupándolos como solo ella lo sabe hacer. Todo ocurrió muy rápido y ya estaba ella abrazada a la cintura por dos chicos, mientras con la lengua haciendo bulto en su boca y con el puño cerrado como si tuviese algo dentro les hacia el gesto de mamar vergas y les decía a ellos y a mi “ quiero sus vergas……. quiero mamarlas y que me cojan como a una puta…..”. En el camino al hotel estuvimos metiéndole mano por todos lados. Ella se dejaba y se notaba que estaba muy caliente. Me miraba y se relamía de gusto mientras me decía que iba a saber lo puta que era, que se iba a dejar coger por todos sus agujeros hasta no aguantar más. Ellos no entendían nada de lo que decíamos pero solo de verla y oírle decir puta, se frotaban la verga. Justo antes de llegar al hotel conseguimos hacerles entender que entraran ellos primero y que luego lo haríamos nosotros. De esta forma por lo menos, en recepción, no sabrían lo que íbamos a hacer. Además los chavales, estaban tan tomados que daban unas voces de escándalo, y eso que solamente eran dos. Les hicimos entender que les esperábamos en nuestra habitación. Así lo hicimos y no acabábamos de entrar cuando tocaron a la puerta. Eran, los dos chicos anteriores se llamaban Eric y Jon. Nada más entrar mi esposa los recibió con un buen beso a los dos, se agachó delante de ellos y sacando sus vergas se las metió alternativamente en la boca, mamándolas como una perra en celo. Chupaba con tantas ganas que los muchachos no le aguantaron nada y enseguida comenzaron a echar chorros de leche en su cara y boca. Ella seguía mamándoles hasta no dejar ni una sola gota. Había que verle la cara de puta que tenía, una viciosa con aquellas coletas salpicadas de sus venidas y los labios de su cara desbordando semen de aquellos chavales. Yo me estaba masturbando de ver lo cerda en que se había convertido mi esposa y si aguantar más la cogí por detrás, metiéndole la verga en su encharcado coño, y con un ritmo frenético de mete y saca la hice chillar como una cerda. Los chavales intentaban taparle la boca con las manos, para que no se oyera tanto escándalo pero fue imposible, se vino tres veces seguidas, quedando tendida en el suelo mientras pedía más vergas. “Quiero más… cabrones… cójanme más. Denme verga….. soy su puta…, cójanme”. No aguanté y me vine dentro de ella. La escena era de lo más morbosa. Mi mujer estaba en el suelo de rodillas, con la cara llena de semen apoyada en el suelo, que con esas coletas y el maquillaje que llevaba le daban un toque cachondo y vicioso. Ofreciéndonos su culo a los tres, las piernas muy abiertas y chorreándole semen por sus piernas, caía un hilillo blanco de esperma en la alfombra. Nosotros tres estábamos desnudos de cintura para abajo y teníamos nuestros rabos en la mano, nos los meneábamos mientras mirábamos a la puta de mi mujer como nos insultaba y nos pedía que nos la cogiéramos, que le diéramos verga. Así estábamos cuando tocaron nuevamente a la puerta. Pensé que algún cliente del hotel se había quejado de la escandalera de mi mujer y que alguno de recepción venía a llamarnos la atención. No me dio tiempo ni de acercarme a la puerta, ni siquiera para no dejar ver lo que había dentro o de guardarme la verga. Eric, abrió de par en par y allí había cinco chavales más, los otros dos que estaban con Eric y Jon, que se llamaban Saúl y Jonatan, y tres más que por lo que luego supe conocieron en la discoteca y que eran del mismo lugar que ellos. Se llamaban Johnny, Abdul y Karim, evidentemente estos dos últimos eran origen árabe y se les veía dos jóvenes curtidos. Muy altos, de 1,90 o más, musculosos y con unas vergas impresionantes. Se conoce que al llegar al hotel y cuando nos separamos para entrar, Eric les avisó por el móvil diciéndoles que estaban con la puta de mi mujer, que se la iban a coger con mi consentimiento, que estaba perdida de cachonda, que le habían metido mano, que si era una caliente, etc. Se pusieron cachondos y se apuntaron a la fiesta. Estuvimos durmiendo toda la mañana hasta las 18.oo horas agotados tras semejante noche salvaje. Al día siguiente después de cenar, regresamos a nuestra habitación, para asearnos un poco y para que ella retocara su maquillaje; allí le propuse de nuevo a mi esposa que asistiese al espectáculo porno sin pantaletas, pero está vez no lo conseguí; aunque no se cambió de ropa, se puso sus pantaletitas blancas de algodón y las medias que antes se había quitado. Hicimos un poco de tiempo hasta la hora de inicio del espectáculo porno, ordenando cosas, leyendo los prospectos del hotel donde, por cierto, se ofertaban toda clase de masajes relajantes y sensitivos, y probando la televisión, alcanzando a ver varios canales de películas X. Dios mío, el sexo estaba presente en este hotel por todas partes. - "Estoy intrigada por lo del espectáculo", me dijo mi mujer mientras se pintaba los labios. Pedimos un taxi en recepción que nos acercó al local en cuestión. Cuando entramos no había mucha gente en su interior, pero lo que si había era paridad: todas eran parejas; con nosotros, unas seis en total. Tengo que reconocer que en principio el lugar no me gustó; el sitio no era elegante, las luces y la decoración eran más propias de un club de alterne que de un ambiente mínimamente selecto, donde su suponía que asistirían parejas un poco más exigentes. Pero cuando descendió la intensidad de luz y el espectáculo iba a empezar, todo ello quedó en un segundo plano, y nos dispusimos a disfrutar de lo que allí se nos iba a ofrecer, fuera de la calidad que fuera; además, si ello se hacía insoportablemente obsceno, siempre quedaba la opción de abandonar el local y que ello quedara en una anécdota más de nuestras breves vacaciones. Inmersos en una luz tenue, un hombre hizo la presentación de una mujer; ella apareció luciendo un ligero vestido transparente que dejaba ver perfectamente su ropa interior, que consistía en un brevísimo brasier y una tanga, todo ello de color blanco que brillaba intensamente bajo el influjo de una luz ultravioleta. La mujer, algo vulgar debido a sus elevadísimos tacones tipo prostituta, estaba buenísima: era guapa y estilizada. Comenzó a bailar al ritmo de una música de fondo melódica; poquito a poco, se fue despojando del vestido, quedándose en ropa interior. Todos aplaudimos. Mi mujer sonreía y observaba detenidamente el espectáculo. - "¿Estás cómoda?", pregunté a mi mujer. - "Sí, claro. Calla y observa", me dijo. La chica comenzó su striptease lentamente; nos descubrió sus pechos, que se me antojaron perfectos y, al ritmo de la música y de espaldas, se fue bajando lentamente su tanga hasta dejar su culo totalmente al aire. Todos aplaudimos y ella, en agradecimiento, se dio la vuelta y nos dejó ver su pubis desnudo, cubierto de un triangulo muy poblado de vello oscuro. Se apagaron todas las luces durante un momento y, cuando se hizo la luz de nuevo, la chica ya había desaparecido. Todos volvimos a aplaudir. - "¿Qué te ha parecido?", pregunté a mi mujer. - "Bien, muy bien", me contestó ella, visiblemente sonrojada. Después, bebimos y charlamos de temas triviales, hasta que de nuevo la intensidad de la luz descendió y apareció el mismo presentador, que ahora hablaba del próximo número. Pronunció dos nombres: uno femenino y otro masculino, instante en el que nos imaginamos que era el número "fuerte" el que estábamos a punto de ver. Apareció una mujer andando lentamente de una forma elegante y sensual; se trataba de una mujer muy joven, pelo largo y rubio, que me imaginé, por sus rasgos, procedente de algún país del este. Era guapa, más guapa que la anterior y en absoluto vulgar. Tenía un traje de chaqueta y pantalón de corte masculino, que no ocultaba lo más mínimo su excelente figura. Tenía los labios gruesos y sensuales, y realizaba con ellos a menudo el gesto del beso. Apareció de inmediato un hombre joven, también rubio, elegante y bien parecido, vestido con un traje de marinero; ambos empezaron a bailar lenta y sensualmente. Noté que mi mujer experimentaba una creciente excitación. - "¿Te gusta el chico?", le pregunté a mi mujer. - "¡Vaya que me gusta!", fue lo único que contestó. Poco a poco, mientras bailaban, se fueron despojando de su ropa: chaquetas, pantalones y camisas fueron cayendo al suelo, y pronto quedaron ambos en ropa interior; ella quedó imponente con su conjunto transparente de brasier y tanga. Mi mujer y yo estábamos ahora muy relajados y disfrutando del espectáculo que se nos ofrecía, seguros de que lo que estaba por venir era mucho más fuerte y excitante. Los actores bailaban sensualmente al ritmo de la música lenta, frente a frente y en silencio. Entonces el hombre desabrochó brasier de la chica y sus pechos quedaron desnudos; inmediatamente él puso sus manos sobre ellos y los empezó a sobar con descaro. Ella cerró los ojos y gimió en voz alta. Ahora el hombre descendió sus manos a la parte trasera de la tanga de ella y metió su mano por dentro; sobó a placer sus nalgas con movimientos circulares amplios y un poco más tarde fue descendiendo la prenda a lo largo de sus muslos y finalmente se agachó para liberarla de ambos pies. La chica estaba ahora totalmente desnuda, manteniendo únicamente en su cuerpo los zapatos de tacón y las abundantes joyas que portaba en cuello y muñecas. De nuevo hubo aplausos, comentarios y murmullos de excitación. La chica se apartó un poco de él y se agachó, colocando su boca a escasos centímetros de su pene; sus manos fueron bajando poco a poco la prenda que lo ocultaba, hasta dejarnos a la vista un pene flácido y colgante; ella lo acarició y empezó a besarlo de inmediato, provocándole una visible erección que no dejó indiferente a ninguna mujer del público, tampoco a la mía, que aunque tímida a veces, ahora estaba presa de una terrible calentura, y notaba que disfrutaba enormemente con ello. La boca de la chica se acercaba sin demora al pene que acariciaba, ahora de un tamaño más que considerable -casi veinte centímetros, diría yo-, hasta rozar con sus labios la punta del glande. Sin más dilación, se lo metió casi entero en la boca, lo que provocó un grito al unísono en las gargantas de todas las mujeres presentes. Ahora, ella lo chupaba y succionaba visiblemente, moviendo la cabeza de una forma obscena pero encantadora; se percibía claramente que el ritmo de las chupadas iba in crescendo de forma inevitable. De repente, el hombre se retiró de ella y se cogió el pene con la mano, masturbándose visiblemente, tardando no más de veinte segundos en venirse, emitiendo una buena cantidad de semen, que fue a desparramarse en los pechos de la preciosa mujer. La luz se volvió a apagar y cuando regresó, ya no había nadie en el escenario. Otra vez, aplausos, risas, expresiones de admiración,… el numerito había sido realmente bueno y el público así lo reconoció con su actitud. Volvimos a hablar y a beber algo más, unos tragos que ya acusábamos un poco, sobre todo mi mujer, que ya desinhibida, me comentaba abiertamente lo que acababa de ver, centrando sus comentarios en el tamaño del órgano del hombre y en lo poco que él había tardado en venirse, todo ello descrito con palabras obscenas que mi mujer no solía utilizar normalmente, tales como "verga", "mamada" y "chorros de leche". Bueno, la cosa no va mal, pensé yo. De nuevo salió el presentador, exponiendo lo que iba a ser el tercer y último numerito de la noche: "el más picante", como definió él. Para ello, necesitaba la colaboración de alguna mujer del público. Las risas nerviosas y los comentarios soeces invadieron la estancia. Se trataba -explicaba el presentador-, de hacer un striptease por parte una mujer del público allí presente, siempre que no le importase colaborar y desnudarse hasta el punto que ella deseara; es decir, si alguna mujer llegara a realizar un striptease completo, lo haría sin ninguna obligación y, si no se atreviera a tanto, el público restante valoraría seguramente que se quedara al menos en ropa interior, tanto o más como el desnudo de las chicas profesionales con el que tanto habíamos disfrutado anteriormente. Al poco tiempo, las luces descendieron hasta una intensidad mínima y dos chicos jóvenes y atléticos, de rasgos caribeños, aparecieron en el escenario: ellos serían los encargados de "ayudar a desnudar" a la mujer voluntaria. Aunque los chicos animaban a ello, ninguna mujer se decidió. Entonces uno de ellos se dirigió al público y al azar se acercó…¡a mi mujer!. Aunque ella se negó a levantarse, los chicos, con su acento meloso y con su irresistible simpatía, la conminaron a levantarse y se la llevaron, cogida de las manos, al escenario. Aunque me miró con los ojos expectantes, esperando que yo la librara de esa situación tan comprometida, no hice nada al respecto ni tampoco opuse ninguna objeción. Una vez en el escenario, ella se reía abiertamente al tiempo que negaba con la cabeza; a veces, se tapaba la cara para disimular su evidente sonrojo, poco visible ahora por la baja intensidad de los focos que iluminaban el escenario. - "¿Cómo te llamas, preciosa?", le preguntó uno de los chicos. - "Verónica", contestó tartamudeando. - "No te preocupes, Vero; no harás nada que no quieras", la tranquilizó el otro. - "Eso espero", dijo mi mujer con risa nerviosa. - "Si en algún momento te sientes incómoda, no tienes más que marcharte", dijo el primero. - "De acuerdo", dijo ella, sintiéndose más tranquilizada. Una música melódica invadió el ambiente; yo no me atrevía a mirar directamente a mi mujer a los ojos, porque pensé que si nuestras miradas se cruzaban en aquel instante, ella tomaría conciencia de la situación y se marcharía del escenario. Y yo quería en realidad que mi mujer pasara por aquello. Pensé para mi mismo: "Tranquilízate Vero. Aquí no nos conoce nadie". Se retiró uno de los chicos a un lado y el otro, el más atractivo, se puso a bailar con mi mujer; bailaban lentamente, frente a frente, bien acompasados. Con una delicadeza difícil de explicar con palabras, el chico le quitó a mi mujer la chaqueta y la depositó sobre una silla que había en el escenario. Siguieron bailando durante dos minutos más. Entonces, él se puso a sus espaldas sin parar de bailar, le acariciaba la cintura a mi mujer y ella no oponía resistencia alguna. En un determinado instante, las manos de él subieron hasta el botón superior de su blusa e intento desabrocharlo. Ella con un movimiento de brazos no lo permitió, pero él le dijo algo al oído y volvió a intentarlo; ahora ella no se lo impidió. Fue desabrochándole lentamente todos los botones de la blusa hasta dejarla abierta por completo. Su brasier quedó a la vista de todos los allí presentes. Las manos hábiles del chico continuaron su trabajo y se deslizaron por los hombros de ella, quitándole la blusa por completo. - "¿Me permites?", dijo él, colocando sus manos cerca de sus pechos. - "Adelante", dijo ella, con los ojos cerrados. Y tras esto, puso sus manos sobre los pechos de mi mujer, acariciándolos suavemente con movimientos circulares. No solo acariciaba sus pechos, también sus hombros eran objeto de sus caricias. Poco a poco, mientras bailaban, fue deslizando los tirantes del brasier por los hombros, dejando a la vista sus pezones, quedando instantes después la totalidad de sus pechos a la vista de todos. Le desabrochó el brasier y tiró la prenda encima de la silla, donde se encontraba el resto de la ropa. El público, en ese momento, aplaudió agradecido. De nuevo se colocaron frente a frente y continuaron bailando agarrados; ella le miró a los ojos directamente, excitada por el modo en que la estaba desnudando. - "¿Quieres desnudarte completamente?",le preguntó él, visiblemente excitado. - "Si, claro", contestó ella decidida. Alejada del público a unos escasos metros, Verónica se quitó la falda con toda naturalidad mientras me observaba. Para entonces ya había superado toda la vergüenza que había experimentado al principio; la veía segura, relajada, encantada de gustar y al mismo tiempo estaba excitándose ella misma. El chico se retiró a un lado y ella se quedó sola en el centro del escenario, siendo el centro de todas las miradas. Se volvió de espaldas y dudando unos segundos, tiró hacia abajo de su tanga, se agachó y las sacó de ambos pies; se incorporó de nuevo, mostrándonos las nalgas más preciosas que pudimos ver en toda la noche. Cuando se dio la vuelta, nos dejó ver su vello púbico al descubierto; era breve y debajo de él se insinuaba perfectamente la rajita de su vulva. El público volvió a aplaudir, ahora con mucha más intensidad. El otro chico, el que no había bailado con ella, hizo su aparición en el escenario y se colocó a su lado: - "Extraordinaria; eres realmente preciosa", dijo. - "Gracias", comentó ahora mi mujer, totalmente desnuda y visiblemente emocionada. - "¿Quieres que me desnude yo?", dijo el chico. - "Si, por favor", contestó mi mujer. Le ayudó a quitarse y a desabrocharle la camisa. Él tocó sus tetas y pellizcó suavemente sus pezones. Ella sonreía. Él se desvistió por completo. Su cuerpo estaba totalmente bronceado. Tenía un pene grueso y oscilante, pero no se encontraba en erección. Se abrazaron ambos y comenzaron a bailar. El público estaba en silencio absoluto, totalmente expectante, disfrutando de un espectáculo sin igual. Él se dio media vuelta y se colocó de espaldas a ella; mi mujer ahora estaba detrás de él acariciándole el pecho; fue bajando hasta coger el pene con sus dedos y se puso a acariciarlo suavemente. Lo masturbaba muy despacio y todos pudimos comprobar que el miembro crecía visiblemente. Se volvieron a colocar frente a frente y se besaron en la boca; sus bocas se fundieron en un beso largo y profundo, mientras se acariciaban sus cuerpos mutuamente. Él acarició su cintura y descendió lentamente hasta sus nalgas. Las palpaba directamente sin recato. Pudimos comprobar que tenía el pene ahora completamente duro, apuntando hacia arriba, con el glande perfectamente visible y mas hinchado que nunca. Mi mujer fue observando su cuerpo mientras iba descendiendo hasta adoptar la posición en cuclillas; el pene del chico quedó entonces a dos centímetros de su boca. Lo cogió con una mano. Se notaba que disfrutaba con su rigidez y su tamaño. Ella se inclinó lentamente hasta besarle la punta; comenzó a pasar los labios por la tersa piel de su enorme glande y en un momento dado, se metió la mitad del pene en su boca. Comenzó a mamarlo con suavidad, moviendo rítmicamente la cabeza adelante y atrás, mientras le agarraba la base del pene con fuerza. Él empujaba la cabeza de mi mujer para sí, deseando que el miembro se metiera más al fondo de su boca. Como se trataba de un pene muy grueso, los labios de ella permanecían totalmente abiertos mientras se lo chupaba; se trataba de una imagen deliciosamente obscena, pero que a todos los presentes se nos antojaba maravillosa. Ahora notaba que mi mujer estaba disfrutando verdaderamente con aquel pene totalmente erecto metido en su boca. El chico empezó a mover su pelvis más rápido y de repente un violento orgasmo le hizo temblar; no se retiró, pero todos sentimos cuando se vino. Las luces se apagaron y la oscuridad total nos sacó del trance en el que todos estábamos inmersos. A los dos minutos, se hizo la luz. El escenario estaba totalmente vacío. Casi al instante, salió al escenario un grupo de seis personas -tres hombres y tres mujeres- bailando salsa; no era un baile de corte erótico, pero si muy espectacular. En aquellos momentos me empecé a sentir mal; aunque al principio fue muy excitante, ahora parecía estar arrepintiéndome de haber empujado a mi mujer a realizar aquello. Reflexioné mucho sobre ello mientras esperaba a mi mujer. A los diez minutos, regresó Vero; estaba radiante, muy guapa, guapísima. Estuvimos un rato largo sin hablar, sin que nadie dijera nada. Fue ella quien rompió el hielo: - "¿No era eso lo que querías?", me preguntó preocupada. - "La verdad es que si; muchas gracias mi amor; has estado estupenda", contesté, no muy convencido. - "No me he venido, ¿sabes?; estoy tan caliente como tú y quiero que ahora en la habitación del hotel sea especial", dijo. Ya en el hotel, a solas, hablamos de todo lo que había sucedido durante el espectáculo erótico. Me dijo haber disfrutado como una loca con la exhibición; también admitió que la ayuda del alcohol ingerido en el local había sido determinante para llevar a cabo aquello delante de tanta gente. - "Quiero hacerte una pregunta y deseo una respuesta sincera", le dije. - "Adelante cariño, no te mentiré", me contestó. - "¿Te gustó la verga de aquel chico?", pregunté. Entonces ella se fue desnudando poco a poco; yo, sentado en la cama, disfrutaba del streptease que me ofrecía, pero no había contestado a mi pregunta. Cuando se desnudó, se acostó en la cama boca arriba. Se abrió de piernas y levantó bien las rodillas, agarrándoselas con las manos. Su vagina semiafeitada estaba de lo más apetecible. - "Si, me encantó su verga; era grande y dura,… ¿era eso lo que querías saber?", dijo. - "¿Te excitó chupársela?", volví a preguntar. - "Si, disfruté como una puta", me dijo, casi gritando. Mi verga estaba a punto de reventar; me quité los pantalones y los calzoncillos en un santiamén y la penetré casi salvajemente. Mientras me la estaba cogiendo, me pidió que la insultara, que le dijera que era una puta y eso me encantó. Entre gritos de "puta" y "perra", me vine dentro de ella; fue un orgasmo intensísimo; no recuerdo nada similar. Después me agaché para chuparla, le comí el clítoris y la entrada de la vagina y ella se vino de inmediato. Le subí las rodillas y abriendo sus piernas al máximo pude ver también el precioso agujerito de su culo: me incliné para besárselo y chupárselo. Continué chupándole el coño y el culo y noté que ella volvió a venirse de nuevo, casi gritando. Cansados los dos, caímos rendidos y dormimos profundamente. Los días siguientes no hablamos más de lo que ocurrió durante la noche del espectáculo. Los días siguientes fueron transcurriendo sobre ruedas, en lo tocante al sexo. Fuimos a unas playas nudistas, y disfrute como un loco cuando veía a mi mujer exhibirse desnuda, no perdiendo de vista a las demás mujeres que por allí deambulaban. Lo cierto es que ahora me encanta recordarlo, porque fue algo encantador, por lo prohibido, por lo obsceno, por observar como mi tímida mujer se transformó, con la ayuda del alcohol, en una verdadera puta; que era, al fin y al cabo, lo que yo le había pedido que hiciera. Al día siguiente nos marchamos del hotel y comenzó una nueva vida para nosotros. Esto ocurrió hace unas semanas de vacaciones de semana santa.... y vivimos las fantasías sexuales a flor de piel. Ella es una grandísima puta, se ha vuelto muy cachonda y se pasa el día caliente pensando en que historia montar para disfrutar los dos. |
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