Mi esposa y el viejo don Mateo |
Después de lo sucedido en mi casa, en la noche cuando don Mateo, el dueño de la clínica donde laboro y dos de mis compañeros de trabajo, Raúl y Rodolfo, se cogieron a mi esposa Maribel como quisieron, seguí la rutina diaria de mi trabajo.
Durante la semana de labores, don Mateo no se cansaba de alabar lo bien que se la pasaron el día de fiesta en mi casa, agradeciéndome a mí pero sobre todo, a mi esposa, por lo buen anfitriones que fuimos para con ellos, recalcando que ella es toda una belleza y me preguntaba a ver cuándo repetíamos una velada como aquella, proponiéndome que él se encargaría de comprar todo lo necesario para cuando decidiéramos repetir lo de la anterior noche. En ese momento, entraron Raúl y Rudy, quienes alcanzaron a escuchar el plan de nuestro jefe y sonriendo socarronamente, dijeron que ellos también estarían encantados de repetir la inolvidable velada vivida en mi casa y ¡cómo no!, si bien que disfrutaron los tres del bello cuerpo de mi linda esposa. Naturalmente, les di falsas promesas que hablaría con mi mujer para ver qué ocasión tenia ella para llevar a cabo una nueva fiestecita, enseguida me lo agradecieron diciéndome que esperaban que fuera pronto. Llegó el viernes y seguimos la rutina de la clínica, atendiendo pacientes hasta que de nuevo, al medio día, don Mateo nos dijo que tenía que volver a salir a seguir arreglando un asuntito que tenía pendiente y que regresaría por la tarde. Eso se me hizo raro, que el jefe ya tenía tres días saliendo casi a la misma hora, también notaba que Raúl y Rudy se miraban entre sí con una sonrisa burlona, como sabiendo a dónde iba el viejo; al instante, sentí una punzada en el estómago al pensar que quizás iba esos días de su ausencia a visitar a mi esposa, que estaba todo el día sola en la casa. Además, recordé como disfrutó de la gran verga de don Mateo, cuando la tenía bien ensartada en la sala de mi casa y sin quererlo, mi verga dio signos de excitación de solo imaginarlo, así que decidí no pensar más en eso. Seguí trabajando hasta la hora de la comida, que la hacíamos en un restaurante cerca de la clínica, a donde entre y ocupé una mesa para pedir mis alimentos, en otra distante estaban Raúl y Rudy, que seguían riéndose y hablando divertidos. Pronto, agudicé el oído sin que se dieran cuenta de mi presencia y escuché que uno de ellos decía “pinche don Mateo, ¡qué suerte del viejo!, de seguro ahorita le está dando una buena verguiza a la puta esposa de Aurelio” y el otro le completaba “sí, se nota que a esa señora le encanta la verga, nada más de acordarme la noche que nos la cogimos entre los tres, se me pone la riata tiesa y recuerda cómo disfrutó la muy puta cuando ustedes la tenían bien ensartada por su sabroso culo y por su hambriento chocho mientras yo le daba leche por esa boquita de mamadora que tiene”. Luego, Raúl señaló “sí, ¡qué rico coge esa señora!, a pesar de ser chaparrita, tiene bueno su trasero y bien que aguantó tres vergas para ella solita, no pierdo las esperanzas de volver a cogerme ese rico culo que tiene, ¿viste el placer que sintió cuando se la metí por el ese rico culito?”. Enseguida, Rudy le señaló “sí, pinche Raúl, ¡qué bien te la culeaste!, esperemos que el jefe se canse pronto de ella y nos dé oportunidad de disfrutar de nuevo a esa putita, que está bien buena esa culona, ja, ja, ja, ja”, entonces ambos se rieron y no pude evitar un ramalazo de celos y de excitación, al pensar que en ese momento, mi esposa estuviera siendo penetrada por la tranca de don Mateo y con mis morbosos pensamientos, salí del restaurante sin que ellos se dieran cuenta y tomando mi auto, me dirigí a mi casa. Sentí un vuelco en mi pecho al ver la camioneta de Don Mateo estacionada enfrente de mi casa, así que dejé mi carro a una cuadra de mi casa y con nervios, me dirigí a mi domicilio, abriendo la puerta con mi llave en silencio. Al entrar en la sala, escuché jadeos y gemidos que provenían de la planta alta, en donde esta nuestra habitación, enseguida subí lentamente con el corazón latiéndome a mil, por el morbo de ver de nuevo a mi mujer cogiendo. Al momento, vi la puerta de nuestro cuarto abierta, era de donde provenían los jadeos, así que me asomé un poco y los vi, ambos estaban desnudos, en mi cama matrimonial, donde mi amada esposa y yo pasamos muchas noches de placer, él estaba encima de ella, quien con las piernas bien abiertas, recibía las tremendas embestidas que le propinaba la vergota de Don Mateo, ensartándola con todo. Obvio, ella se quejaba de dolor y de placer, diciendo “ooohhh, don Mateo, despacio, la tiene muy grandota y dueleee, aaahhh, aaahhh”, a lo que él le contestaba “sí, mi reinita, te duele pero sé que te gusta, la otra vez que te cogimos no te quejabas tanto, ¿recuerdas?” y le respondió “ooohhh, sssííí pero esa vez estaba ebria y se aprovecharon de mí, aaahhh”, ante cada embestida que le daba el viejo. A su vez, él le comentaba “ouuuch, toma, chaparrita culona, ¡qué bien coges!, siento cómo me aprietas mi verga, aaahhh, no sabes las ganas que te tenía desde que te conocí en la clínica”, a la vez que acercaba su fea cara a la boca de mi mujer, para callarla un poco de sus gemidos; por su parte, ella lo recibía abriendo su boquita y besando profundamente a ese viejo, sin dejar de recibir las fuertes estocadas a su cuerpecito, llegando seguramente hasta el fondo de sus entrañas con ese grueso y grande pedazo de verga que se movía sin cesar, entrando y saliendo del coñito de mi esposa. Para ese momento, don Mateo ya bufaba y gruñía como cerdo ante tal deleite de estar tan adentro de ella, dando ahora bestiales embistes que retumbaban en la habitación y yo me sentía tremendamente excitado de ver cómo mi esposa soportaba tener alojado semejante verga en su vaginita, pues el viejo no paraba de empujársela más adentro de lo posible. Naturalmente, el cuerpecito de Maribel recibía esos apuntalamientos que le asestaban adentro con los ojos entrecerrados y su boca entreabierta, además ahora gemía y exigía que se la cogiera más fuerte, ante su inminente orgasmo, escuchándola decirle “aaahhh, aaahhh, mi amor, sí, sssííí, por favor, dame más duro, más fuerte, aaahhh, aaahhh”. Yo veía todo desde mi posición, con mi verga dura a más no poder, observando excitado la morbosa situación de ver cómo mi amada esposa disfrutaba esas penetraciones que la hacían llegar al éxtasis máximo, con esos movimientos rápidos de apareamiento, como los de un perro que se coge a su perra. Sin que terminara el estado de placer de mi esposa, con una habilidad increíble y sin desenchufarla del todo, don Mateo se acostó en nuestra cama, para dejar a mi esposa sentada encima de su grasiento cuerpo, aún totalmente clavada y lista para que ella lo cabalgara con su tremenda verga incrustada hasta el tope. Ahora, ella empezó a mover sus caderas adelante y atrás, arriba y abajo, clavándose por sí misma ese grueso pedazo de carne. Desde mi posición, veía ese precioso culo saltar sobre la virilidad del viejo, quien veía sus grandes tetas bambolearse delante de su cara y en cada oportunidad, le daba húmedos lametones a sus erectos pezones, al tiempo que la tomaba de sus carnosas nalgas, para acompañar las profundas penetraciones que solita se daba. De repente, el viejo le preguntaba “¿te gusta cómo te llena mi verga, reinita?, te ves preciosa sentadita y disfrutando de tu trono, je, je, je, je, ande, respóndame, mi putita” y le contestaba “sssííí, aaahhh, aaahhh, sí, me gusta, sssííí, aaahhh, aaahhh”, jadeando, clavándosela y moviendo sus caderas ahora circularmente. Pronto, el viejo gruñó, diciendo “ooohhh, ¡qué rico te mueves, señora linda!, si sigues así, me voy a correr rápido, aaahhh, sigue así, ¡qué caliente es usted, señora Maribel!, ¡qué rico coges, chaparrita culona!, aaahhh, aaahhh, me corrooo, aaahhh, toma mi leche, putita mía, aaaggghhh, aaaggghhh“, arrojando sus chorros de semen en lo más profundo del interior de mi esposa, quien los recibía gimiendo de gusto, al sentir los calientes mocos del don Mateo dentro de sí, haciéndola sentir otro largo y placentero orgasmo y compartiéndolo con el placer del vejete, casi gritando “aaahhh, aaahhh, aaahhh, qué rico siento tu leche, llénarme, papacito, aaahhh, aaahhh”, sin dejar de menear sus bellas caderas. A continuación, el viejo la atrajo hacia su gordo cuerpo para besarla en sus labios con pasión y mi esposa le correspondía de igual forma, luego lo hacían con ternura, relajándose del tremendo placer que ambos se dieron, incluso le empezó a lamer el lóbulo del oído para decirle “quiero que seas mí putita siempre, reinita, quiero ser tu rey, quiero que seas mía siempre, que seas mi hembra y yo, tu macho que te hará gritar de placer todos los días, me encanta este lindo trasero que tienes, señora linda y cogérmela por tu rico culo todos los días pero esto será en otra ocasión, ahora me dejaste con los huevos secos, je, je, je, je, je”. Luego, le preguntó “¿qué me responde, señora bonita?, ¿le gusto para que sea su macho amante?”, ella le respondió “ay, don Mateo, no sé qué decir, me ha dado mucho placer con su grande y dura verga que aún la siento adentro pero recuerde que estoy casada con Aurelio, su mejor trabajador de en su clínica pero me encanta esta cosota que tengo enterrada en mi vaginita”, con una sonrisa coqueta ante tal propuesta. El viejo experto Mateo accionó de nuevo su verga, moviéndola dentro de ella y acariciándole sus turgentes nalgas, tratando de convencerla hasta que empezó a gimotear de nuevo, añadiendo “así es, putita, tu marido es mi mejor trabajador pero lo que tiene de buen dentista, lo tiene de cornudo, ja, ja, ja, ja, ja”. Así, el viejo se reía a costa de mí pero mi excitación y mi morbo era tal que seguí caliente, viendo cómo terminaba todo y oyéndola contestarle “mmm, ooohhh, don Mateo, mi rey, creo que sí quiero ser su reina, sssííí, quiero ser su amante, quiero ser su hembra, mmm, mmm”, para seguir moviendo su curvilíneo cuerpo, dándose fuertes clavadas en esa dura estaca que la hacía disfrutar de nuevo, terminando de nuevo en otro grand orgasmo, para deleite de mi esposa Maribel, exclamando “aaahhh, aaahhh, aaahhh, sí, sí, sssíííííí, sí quiero ser tu reina, tu hembra, tu putaaaaa, lo que quiera mi rey, aaahhh, aaahhh”. Luego, mi agitada y caliente esposa agarró la grasienta cara del viejo y estuvo besándolo, babeándose ambos de forma apasionada, como sellando su pacto y con pesar y con dificultad, el viejo se salió de ella, depositándola en la cama y comentándole “uuufff, chaparrita culona, qué putita y qué caliente eres pero estoy cansado y satisfecho, déjame descansar este fin de semana, no le de las nalgas al cornudo de Aurelio estos días y el lunes regreso a la misma hora, a seguir dándole su lechita a mi zorrita culona, je, je, je, je, je, así que señora Maribel, reina mía, desde hoy usted es mi hembra y yo su macho”. Prosiguió diciéndole “y le repito que no se deje coger por mi colega Aurelio, la quiero bien calientita la siguiente vez que le dé su ración de mi rabo, je, je, je, je, je, je”, riéndose mientras le seguía acariciando y besando sus grandes pechos, antes de incorporarse y vestirse, adicionando “ahora me regreso al trabajo, no quiero que sospeche el buey de Aurelio, je, je, je, je”. Mi esposa se quedó tumbada en la cama, cansada de la cogida que recibió de mi jefe, viendo como su macho y amante se cambiaba para marcharse, luego se despidió con otro apasionado beso que ella recibió gustosa y tras darle una sonora nalgada, salió de nuestra habitación. Yo me alcancé a ocultar en el cuarto contiguo, sin que ambos notaran mi presencia y que había visto la infidelidad de Maribel con todo el morbo y la excitación. Esto fue tal que en todo momento tenía mi verga parada y con manchas en mi pantalón, de la corrida que se me salió al ver el cuerpito de Maribel cogido por esa gran tranca que se gastaba ese viejo de don Mateo. Al oír cerrar la puerta de la entrada, me dirigí a nuestra habitación en silencio, me encontraba aún con un bulto enorme dentro de mi pantalón, así como con la mancha de mi semen que me salió de la excitación y del morbo de ver a mi esposa siéndome totalmente infiel. Ella no notaba mi presencia, se encontraba boca arriba, despatarrada, con los ojos cerrados, acariciándose los senos y su irritada conchita, seguramente recordando la tremenda verga del viejo entrando y saliendo de sí; de pronto, abrió los ojos asustada cuando le grité “eres una puta, Maribel, lo vi todo, vi cómo te revolcabas en nuestra cama con ese pinche viejo, vi como te cogió, vi como disfrutaste como una perra en celo, ¡qué puta eres!” y asustada, se sentó en la cama aún desnuda y llena de leche que le escurría de su vaginita. Enseguida, me comentó “¡oh, amor, no sé qué me pasó!, no era consciente de lo que hacía, perdóname, por favor” pero le reclamé “claro que sabías muy bien lo que hacías, puta, si bien que gozabas al estar bien ensartada en la verga de ese viejo”. Ella me seguía pidiendo perdón, luego me le acerqué lentamente con la confusa idea de golpearla pero me detuve cerca, al notar que se percató de mi gran bulto dentro del pantalón, adornado con una humedad de mi corrida de ver a Maribel gozar con don Mateo. Tras unos segundos de silencio, en los que mi esposa me miraba mi bulto y luego me miraba fijamente, estiró su manita para palpar mi erección con sutileza, sintiendo húmeda esa parte, junto con la dureza de mi verga y me la sobó un rato, para luego mirándome directo a los ojos, con una sonrisa pícara, diciéndome “mmm, esta duro esto, ¿estás caliente, amor?, ¿estás así porque te gustó lo que viste?, ¿te gustó verme coger?, ¿te gustó verme cómo estaba hace rato, bien ensartada en esa vergota que tiene tu jefe, eh, amor?, contéstame”, sin dejar de sobármela con su manita. De inmediato, gemí de placer “sssííí, oooohhhhh”, por los caricias recibida de mi adúltera Maribel y recordarla empalada, moviendo sus nalgas encima de esa gran tranca, luego sentí que me bajó el pantalón, junto con mi calzoncillo y le ayudé a retirármelos del todo, quedando mi verga cerca de su cara. A continuación, la agarró de nuevo con su manita, mirándome a mí, luego a mi verga, masturbándome lenta y pausadamente, diciéndome “la tienes más gorda y más dura que nunca, mi amor, esto está así porque me viste coger y disfrutar al estar ensartada por la cosota de tu jefe, ¿eh?”, con su mirada fija en mí y volví a gemir “mmm, sssííí”. Luego, afirmó “me voy a comer esta cosa linda que tengo en mi mano, ¿quieres que lo haga, amorcito?”, con una carita cargada de sensualidad y le contesté “ooohhh, sssííí quiero”, aunque me solicitó “ok pero pídemelo bien, amor”, pidiéndole “Maribel, cómete mi verga”. Sin embargo, me reclamó “no, así no es la forma de pedir eso a una putita infiel como yo, que te puso los cuernos hace rato, anda, puedes pedírmelo de mejor forma”, me retaba sin dejar de meneármela, ahora con más ímpetu y casi le grité “Maribel chúpame ya la verga, puta infiel, no dejes de chupármela hasta que te llene de leche esa boca de zorra que tienes, anda, cómete mi verga de una puta vez”. Sonriendo, me señaló “así está mejor, amorcito”, luego procedió a pasarse mi dura polla por toda su linda carita, para iniciar lamiéndome desde mi hinchado glande, pasando por el tronco y llegando hasta mis duros huevos hasta dejármela brillante de saliva, entonces abrió sus labios bastante y de un bocado, se tragó la mitad, succionándomela un poco, para luego avanzar otro poco más y se la tragó entera de otro bocado, incluso sentí su naricita rozando con los vellos de mi pubis. De esa manera, ya la tenía incrustada hasta el tope, quedándose un rato así, incluso soltando su mano de mi verga, para apoyarla en mi muslo, siendo nuestro único contacto mi verga dentro del fondo de su cavidad oral, para luego sentir que sacó su lengua, lamiéndome los huevos, sin retirar mi duro pene ni un centímetro de su boca, mirándome fijo a los ojos, para ver mi reacción de las maravillas que hacía su lengüita en mis huevos. Como respuesta, la tomé de su cabellera y me la empecé a coger por su boquita con movimientos firmes, pues mi palo se deslizaba fácil en su cavidad, se le incrustaba hasta el fondo y la detenía ahí un momento, para luego sacarle la mitad y de nuevo hasta su garganta. Así estaba en esa faena cuando noté su manita hurgando en su entrepierna, se estaba masturbando y estaba calientísima por la dureza de sus pezones y por las succiones fuertes que me daba. Ante todo esto, yo estaba por correrme sin remedio, empezando a cogérmela con más rapidez y ella, a mamármela y a sobarse su rajita con más fuerza, haciendo esto que aumentara nuestro placer. Pronto, comencé a decirle “Maribel, mi amor, estoy a punto de correrme, ooohhh, ya me viene, aaahhh, aaahhh, aquí estaaa, toma mi leche, puta, aaahhh, aaahhh”, haciendo que mi primer chorro fuera directo a su garganta y se lo tragó sin escollos, el segundo llegó a su paladar y los siguientes disparos iban llenándole la cavidad bucal de mi adúltera esposa y cada disparo iba acompañada de un espasmo de placer. Ella recibió los últimos chorros con su boca abierta, algunos cayeron en su naricita y en sus mejillas, dejándole su carita brillante de semen y tragándose todo el que tenía en su boca, luego cerró sus grandes y bellos ojos poniéndose tensa, mi putita infiel también se estaba corriendo con su mano en su rajita, dándose más fuerte y con mi semen en su carita, la notaba como gemía y como se estremecía, corriéndose placenteramente. Luego que se relajó, me sonrió sensualmente, para preguntarme con cara de puta “¿me veo bonita así, mi amorcito?”, le contesté “sí, te ves como toda una linda putita”, después se limpió el semen de su cara con su manita y se lo llevó a su boca, sacando su lengüita y empezó a lamer como si fuera una gatita lamiendo su lechita. Yo caí desfallecido en la cama, atrayendo conmigo el caliente cuerpo de mi mujer, diciéndole “uuufff, mi amor, es la mejor mamada que me has hecho en mucho tiempo” y me respondió “¡qué bueno que te gustó, amor!, me esmeré porque te debo una explicación, ¿recuerdas?”. Entonces, le contesté “no digas más, Maribel, quiero confesarte que me excité como nunca al verte coger con ese pinche viejo y ver como gozabas estar bien ensartada en ese tremendo palo que se carga don Mateo, también déjame decirte que vi cómo te cogieron la noche que fue la fiesta de la clínica y me encantó verte empalada por don Mateo, por Raúl y por Rodolfo, ahí me di cuenta que me calienta verte disfrutar con otros”. Con cara de incrédula, me señaló “¿en verdad lo sabías todo y no me reclamaste?”, con un tono tratando de estar enojada, respondiéndole “así es, Maribel, quiero que me sigas haciendo feliz de esa forma, cogiendo con otros, me excito demasiado pero siempre quiero que me lo cuentes todo, o que me dejes ver cómo te hacen gozar, no sabes cómo me pone ver que otros disfrutan de tus ricas nalgas y de tus grandes pechos, te ves muy sensual cuando estás bien cogida por otra verga diferente a la mía”. Luego, con interés y con malicia, me dijo “¿en verdad quieres eso, mi amor? porque si es así, hago lo que tú quieras y te confieso que yo también disfruto mucho saber que otra verga que no es la tuya, me hace vibrar de placer”; al momento, le contesté seguro de mí “sí”, apretando sus formas a mi cuerpo, abrazándola con cariño y añadí “pero te aclaro otra cosa, no me gustó lo que pactaron con don Mateo hace rato, de que ibas a ser su amante exclusiva, eso sí que no lo puedo permitir”. Enseguida, me comentó “bueno, amor, lo dije sin pensar lo que le prometía, es que en ese momento, me tenía en un estado de calentura que le contesté que sí quería ser solo suya pero ahora que lo veo mejor, no puedo ser amante de un viejo feo y panzón como don Mateo, por mucho que me haya hecho gozar con su cosota”. A continuación, le dije “sí, Maribel, de eso estoy consciente pero vaya forma de aguantar ese pedazo de carne en tu pequeño cuerpito, te lo comiste todito, je, je, je, je pero nada más, mañana renuncio y nos vamos a vivir a otro lado, para que no tengas tentación de su cosota, como le llamas, je, je, je”. De nuevo, me cuestionó “¿o sea que estás de acuerdo que tu mujercita siga siendo y comportándose como toda una putita?, ji, ji, ji, ji”, le contesté “así es, mi amor pero sin engaños, cuando se dé la ocasión de tener un encuentro sexual con alguien, quiero que me lo cuentes todo, ¿ok?”, respondiéndome “de acuerdo, amor, si eso te excita y a mí me encantará, se hará como tú dices y para sellar nuestro pacto, nos dimos un prolongado y caliente beso, terminando con una placentera sesión de sexo, donde me la cogí como nunca y disfrutamos como siempre. Los siguientes días, después que renunciara al trabajo, sin dar explicaciones y ante la sorpresa y la desilusión de mi exjefe y de mis excompañeros, nos fuimos a vivir a una casita que tenemos a las afueras de la ciudad, encontrando otro trabajo mejor remunerado en otra clínica dental. Ya instalados en nuestra nueva casa, nos visitó un hermano de mi esposa que pocas veces nos vemos, el motivo era que quería que le rentáramos un terreno nuestro que está enfrente de nuestra casa, ya que como es mecánico, quería instalar un taller allí. No hubo inconveniente porque no lo utilizábamos y se instaló pronto con su taller. A los pocos días, apareció en nuestra vida la llama del deseo y del morbo, pues como era de suponer, cada vez que mi esposa salía de la casa a hacer alguna compra, desde la ventana veía las miradas de deseo de los mecánicos a su cuerpo, sobre todo a su culo, que movía sensual al caminar con sus entallados jeans, incluso hasta su hermano no perdía detalle de las curvas de Maribel. Naturalmente, se lo comenté a mi esposa y orgullosa, me agarraba mis manos y se las colocaba en sus nalgotas, afirmando “éstas son solo tuyas, mi amor y el que las quiera, que se las gane, ji, ji, ji, ji, ji”, bromeándome divertida pero qué razón tenía en el futuro al decir eso, en tono de broma. Después vimos que entre los trabajadores de mi cuñado, había un muchacho alto y flacucho, como de 18 años y todos se aprovechaban de él, cargándole más trabajo y haciéndole bromas pesadas que el pobre aguantaba. Luego, nos dimos cuenta que ese muchacho era algo tonto y retrasado, aunque de rasgos completamente normales y en ocasiones, mi esposa lo ocupaba para hacerle algún mandado o recorrer algún objeto pesado, cuando realizaba algunas labores del hogar y divertida, me contaba que cuando el muchacho le ayudaba en la casa, se ponía nervioso cuando estaba con ropa ligerita, enseñándole parte de sus bellos atributos y de reojo, notaba que veía embobado las grandes tetas que asomaban en su escotada blusa. También notaba que cuando se volteaba, no le quitaba la mirada de su culo y un día de esos, mi mujer me contó que le gastó una broma al muchacho, volteando de repente, descubriendo su embobada cara detrás de su trasero. Al instante, le preguntó sin mostrar enfado “¿qué ves con tanto interés, Roberto?”, ese era su nombre y le contestó nervioso y tartamudeando, por la sorpresa que lo cachó viéndola “estee, nnanaada, seseñora, eeeste, bueeno, sii, eesque eres muy boboonita” y salió corriendo de la casa, tras decir aquello; riéndome para sí misma, notó que llevaba un bulto en su entrepierna, ji, ji, ji, ji”. Viéndola con una sonrisa pícara, le pregunté “amor, ¿te atreverías a seducir a ese muchacho?”, le respondí “ay no, cómo crees, amor, está muy chico para mí, podría ser mi hijo, además está un poco retrasado, mmm pero por lo que se le nota en su entrepierna, parece no estar tan pequeño, ji, ji, ji, ji, ji” y entre broma y seria, me aclaró “pero si llega a pasar algo, te lo cuento todo, ¿de acuerdo, mi amor?”, le contesté “ok” y ¿qué creen?, ¡pasó! y me lo contó. Continuará… |
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