La propuesta de mi esposa |
0 La semana antepasada, mi esposa llegó a la casa y una vez que los niños se quedaron dormidos, se sentó conmigo en el sofá pero su actitud era extraña, estaba como asustada, la notaba nerviosa, inquieta y le pregunté qué le ocurría. Luego de unos minutos de duda, me contestó que me quería contar algo que le había sucedido en el trabajo pero me pedía de antemano que no me fuera a molestar; de inmediato, me empecé a hacer todo tipo de ideas pero me calmé y le pedí que me lo contara. Me dijo que desde hacía algunas semanas, cuando le tocaba visitar a uno de los clientes que atiende, de ascendencia árabe, se sentía incómoda por la forma como la miraba y por las cosas que le decía y le insinuaba, también me dijo que no le había hecho caso y en cada oportunidad, se hacía la loca y mantenía su distancia. Sin embargo, ese día él la invitó a pasar a su oficina, como siempre, para realizarle el pedido y darle el pago de las facturas pendientes; de pronto, le preguntó si no había notado que le gustaba. En ese momento, me dijo que se puso muy nerviosa, que le aclaró que era una mujer casada y que le pedía que la respetara y esas cosas. No obstante, el árabe le contestó que no quería que se divorciara, ni mucho menos, que sólo se la quería coger y que no se preocupara porque la podía llenar de muchos obsequios, de cosas que quisiera y que su esposo no le pudiera dar. Entre tanto, yo estaba que no me aguantaba escuchándole el relato y de inmediato, ella sacó un pequeño paquete de su cartera y me comentó que el tipo ese me había dicho “toma esto como un anticipo y si quieres, discútelo con tu esposo, para que todo esté claro, la cosa no tiene que ser a escondidas, soy un tipo liberal y además, no pienso dejar a mi esposa por ti”. Mi esposa abrió la pequeña caja y había un anillo Bulgari, una prenda súper costosa y naturalmente, yo quería caerle a golpes al tipo, pues se me subieron los celos a la cabeza y no mencionaba palabra, entonces me levanté y fui a buscar agua, para tomármela y calmarme un poco, pidiéndole unos instantes a mi esposa. Después, le pregunté, tratando de estar calmado “¿y tú, qué le dijiste?”, ella me contestó que eso no iba a pasar y que no le aceptaba el obsequio pero que le insistió que eso ya era de ella. También me dijo que no podía quedarse callada y que para honrar la confianza que le he dado, debía contármelo pero que no había hecho algo malo. Me quedé en silencio y le dije “creo que en primer lugar, el simple hecho de aceptar el anillo es una demostración que el árabe también te gusta”, añadiendo que en segundo lugar, que me lo contara significa que ella ya había pensado en la idea de acostarse con él y que solo estaba esperando mi aprobación. Esa fue la última frase que intercambiamos y no hablamos más la noche de ese viernes, luego el fin de semana transcurrió sin que volviéramos a tocar el tema; sin embargo, llegado el miércoles, llegué a la casa y me extrañó no encontrar a mi esposa y tampoco a los niños, luego intenté comunicarme a su teléfono y no lo logré pero no me preocupé, entonces tomé una ducha y me recosté en la cama, a leer un poco y en poco tiempo, me quedé dormido. De pronto, mi sueño se vio interrumpido por una deliciosa mamada, que a la primera, me parecía un cálido y húmedo sueño, sin embargo, sentía que la saliva recorría mi entrepierna, entonces desperté del todo y vi que era mi esposa haciendo algo que tenía varios años sin hacer, despertarme con una felación. Al verme despierto, me clavó su mirada en mis ojos mientras me recorría mi virilidad con suavidad y con malicia, de pronto se me acercó y me dijo “estamos solos, dejé a los niños con mi mamá para venir a cogerte, como cuando éramos novios”; obvio, esto me puso a millón y nos dimos un beso profundo y apasionado. Enseguida, me acerco su entrepierna, que estaba completamente depilada y me dijo “me acicalé ayer solo para ti”, me sentía como un adolescente. A continuación, ella se sentó sobre mi miembro y empezó a tocarse su clítoris con mi glande, al tiempo que se acariciaba la entrada de su vulva hasta que al poco rato, empezó a metérselo todo, pues estaba muy lubricada y mi miembro se deslizaba vertiginosamente mientras sus caderas se movían con vigor, en un movimiento cadencioso de adelante hacia atrás. Después, se dejó caer en mi pecho, sobre su espalda y empezó a frotarse sus pechos, al tiempo que le frotaba el clítoris y sus gemidos se hacían más fuertes, al igual que sus movimientos estremecedores. De pronto, sentí que la piel de su cuerpo se erizaba como preludio de un estallido orgásmico descomunal y cuando sentí que se le acababan sus fuerzas, empecé a mover mi cadera con fuerza, hacia arriba, con rápidas y constantes repeticiones que me permitieron acabar, fundiendo en un solo grito nuestros desahogos de placer. Habiendo terminado, nos tendimos uno al lado del otro y no hablamos, esa noche tuvimos dos sesiones más, con la ayuda de un fármaco que ella compró para esa noche, fue el mejor sexo en años. Al día siguiente, una vez que se desayunó mi miembro y obtener mi ya escaso semen, se me acercó y me preguntó “¿qué has pensado de lo que te comenté hace días, de la propuesta del árabe?”, luego adicionó “lo pensé y quiero ver qué tanto quiere y si me va a dar estos regalos, bien vale la pena intentarlo”, mostrándome el anillo puesto en su dedo medio. Me quedé en shock, vi que ella estaba decidida a hacerlo, así que puse la cara más madura y más circunspecta que pude, diciéndole,” si quieres hacerlo, solo te doy mi aprobación con una condición”. Al momento, ella me cuestionó “¿cuál?”, le respondí “que grabes con detalle lo que hagas con él y que me llames cuando estén juntos, para escucharlos”. Naturalmente, ella me increpó pero esas eran mis dos condiciones y le señalé “sí, tenemos un acuerdo, ¿o no?”, finalmente ella accedió y me dijo que me mantendría al tanto de todo. De inmediato, me tomó la mano y la llevó a su entrepierna, diciéndome en el oído “siente como me puso tu respuesta, aaahhhggg, ¡qué caliente y qué mojada estoy!, ya quiero estar con el árabe”. Yo la escuchaba y no me creía la tremenda erección que me estaba provocando mientras ella se acariciaba su clítoris con mi glande y cada vez lo hacía con mayor fuerza, con rabia, era lo más rico que había sentido en años. A continuación, buscó el lubricante vaginal, se empapó con él y el exceso lo uso para cubrir mi miembro, luego tomó su teléfono y empezó a hacer una llamada, yo estaba sorprendido, entonces puso el altavoz y al otro lado de la línea, un hombre contestó diciendo “caramba, ¡qué agradable y excitante sorpresa!”. Enseguida, ella le comentó “estoy tirándome a mi esposo y quiero que escuches lo que gozo con un huevo grande dentro de mí”, entonces se sentó sobre mí, metiéndoselo de un solo golpe y gritando como una perra en celo, poniéndome el teléfono sobre mi pecho. Sin embargo, el hombre decía “no te oigo, puta, ¿será que ese palo no es tan grande como dices?, en lo que te goces el mío, no vas a poder caminar, dime qué quieres que te haga, puta, dile a tu esposo que quieres que te coja”. Al mismo tiempo, ella se batía con fuerza y gemía, sudaba y gritaba como loca “sí, sí, sí, sí quiero cogerte, árabe, quiero que me castigues, quiero tu huevo adentro, ah, ah, ah, ah”, luego me pidió “dame nalgadas, pégame, pégame”. Enseguida, la volteé poniéndola boca abajo, colocándole el teléfono cerca de su boca, luego le coloqué una almohada bajo su vientre y empecé a darle nalgadas, al tiempo que ella gritaba fuera de sí y le dije “ábrete el culo, perra”. Al momento, ella se abrió las nalgas y me dejó su culito en bandeja, de inmediato se lo clavé hasta el fondo y me dijo “¡qué rico!, muy rico en mi culo”. El hombre al teléfono seguía diciéndole lo puta que era y lo mucho que se la iba a coger cuando lo fuera a visitar, añadiéndole que lo había puesto muy excitado y que quería que ella fuera a sacarle la leche, pidiéndole “trae a tu esposo para que vea cómo te voy a hacer tragarte toda mi leche, perra sucia”. En ese instante, empezamos a movernos con mayor fuerza y con gran rapidez, en pocos segundos nos erizamos y al unísono, dejamos salir nuestros fluidos acabando como nunca antes. Ella se quedó en la cama y empezó a llorar, estaba ahogada entre llanto y risa mientras se tocaba su entrepierna, entonces tomé el teléfono y quitándole el altavoz, le pregunté al tipo “¿te gustó lo que oíste?” y me respondió “cuando ella llegue a tu casa caminando con las piernas abiertas y con problemas para sentarse, sabrás que me la cogí, en ese momento, sabrás que lo que hicieron hoy no se comparará con lo que le voy a hacer”, adicionando “ese día también te vamos a llamar para que la oigas gozar, gritando mi nombre”. Finalicé la llamada y me senté en la cómoda de la habitación, sintiendo emociones nuevas para mí, era extraño saber que otro hombre se iba a coger a mi esposa y me lo decía tan abiertamente, además acababa de tirármela y ella solo estaba pensando en cogérselo, era rabia y celos pero además, había sido el mejor sexo en mucho tiempo. Al fin, llegó el día, sí, el día cuando a mi esposa le tocaba en su ruta visitar al árabe, ella le decía sólo "el árabe", aunque su nombre era Yafer. Ese día, ella se vistió con ropa cómoda y que al mismo tiempo, era elegante tipo coctel y sensual, era un pantalón de lino blanco, muy fino, que dejaba transparentar el diminuto triángulo de su hilo dental blanco y el contorno de sus nalgas duras y generosas; además, lo acompañó con una blusa roja cruzada sobre sus senos, que luchaban por salirse de ese espacio tan pequeño formado por un sostén rojo y finalizó con unos tacones de 10 centímetros, que la hacían verse como una diosa. Allí estaba ella a las 6:00 a. m., lista para salir y ansiosa, ese era el día y su cabello ondulado con plancha, había hecho su efecto mágico, desde la cama la veía y sólo me imaginaba su humanidad convirtiéndose en la amante de "el árabe". Ella se me acercó y me preguntó “¿cómo me veo?”, le respondí “como una diosa”, luego se sentó a mi lado, se me acercó al oído y me susurró “¡hoy es el día!, hoy voy a llegar un poco tarde y quizás, un poco llena de semen de otro hombre, eso me tiene muy excitada, ¿tú cómo estás?”. Me quedé mudo unos instantes, lo que me había dicho me hizo sostener una erección brutal y al fin, le respondí “quiero que recuerdes las dos condiciones”, luego alcancé a abrir la mesa de noche y le entregué un estuche con la cámara de video, indicándole “aquí tienes, quiero que registres todo aquí, para que lo veamos juntos esta noche” y acercándose, me besó profundamente y se marchó. Al oír la puerta cerrarse, solo podía recordar su bella figura alejándose y no pude evitar masturbarme solo imaginándola desvistiéndose y teniendo sexo con alguien distinto a mí. El resto del día estuve con una mezcla de sensaciones y de sentimientos extraños pero el morbo y la excitación podían más que los celos, sólo estaba pensando en lo que haría mi esposa con el árabe en la tarde, el encuentro sería como a las 4:00 p. m., aproximadamente. Recogí a los chamos en el colegio a las 3:00 p. m. y los llevé a la casa de mi suegra, para poder estar en la casa a las 4:00 p. m. y tener toda la tranquilidad para recibir la llamada de mi esposa. Llegada la hora y ya en la casa, ella no me llamaba y al hacerlo, me caía la contestadora directo, obvio me puse nervioso e intranquilo. A eso de las 5:00 p. m., sonó el teléfono, era un número que no tenía registrado y atendí, escuchando que la voz del otro lado me dijo “hola, mi amor, ¿cómo estás?, me quedé sin batería” y añadió “alguien te quiere hablar”. Entonces, una voz de hombre me dijo “hola, "socio", nuestra mujer está divina, quiero que escuches con atención cómo la voy a poner a gozar y por cierto, mi primo me va a ayudar a grabarte la película que quieres y también, va a cobrar por eso, te dejo en altavoz”, quedándome en shock, iba a haber otro tipo con ellos. En ese momento, el árabe le dijo “ven acá, perra, ahora sí vas a saber lo que es una buena cogida”, enseguida ella gritó y luego, en el video, observé que la tomó por el cabello y la arrodilló frente a sí, restregando su cara sobre su miembro aún dentro del blue jeans. Después, le dijo “baila para mí” y comenzó a sonar una música que no me dejaba oír lo que ocurría, lo que relato desde aquí, fue lo que vi posteriormente en la grabación... Él le dijo algo al oído y ella comenzó a bailarle de forma muy sensual y provocativa, haciendo resaltar sus senos y su culo paradito y duro hasta que luego de unos minutos, ella se le acercó y la tomó por sus nalgas, elevándola hasta su cintura y la empezó a besar y a lamerle la cara, del cuello a la frente, hundiéndole la lengua en sus oídos hasta que le llenó el rostro con su saliva. Al principio, a ella no le gustó pero le dijo que era un perro y ellos lamen a sus perras, así que dejó de resistirse y se aferró a él, abrazándolo con brazos y con piernas, también comenzando a meterle sus manos por todas partes hasta que encontró su hilo dental y tomándolo con ambas manos en cada lado de sus caderas, se lo rompió y se lo sacó del pantalón. Con eso, ella se volvió como loca y empezó a besarlo profundamente mientras él tomaba ese hilo dental, sacándoselo de entre el pantalón y lo olió, como intoxicándose de ella y se lo entregó a quien estaba haciéndose cargo de la cámara, intercambiando algunas palabras en árabe y se rieron. Luego, con mi esposa colgada al cuello y a su cintura, el árabe aún con ropa, comenzó a hablarle a la cámara, a mí, diciendo “bueno, socio, ahora vas a saber lo que es cogerse a una yegua como esta, ¿la quieres oír gritar?, ¿la quieres ver mamar?, ¿la quieres ver tragarse leche?, pues mira con cuidado”. Entonces, la bajó y le arrancó la ropa prácticamente hasta que la dejó sólo con el sostén rojo, que apenas mantenían sus senos juntos porque ambos pezones estaban fuera. A continuación, le hizo que le quitara el pantalón y que le bajara su ropa interior, allí llegó al lugar donde estaba el responsable de sus gritos y de orgasmos futuros, un miembro brutal y aunque todavía con la erección a medio camino, podía verse largo y de gran grosor, poblado de mucho vello, como si nunca se los hubiera rasurado o cortado un poco. Sin embargo, el abundante vello no era interferencia para que ella lo tomara con ambas manos y antes de metérselo en su boca, volteara a la cámara y me dijera “mi amor, ahora sí voy a dejar que me veas como una puta, observa y disfruta”, sonriendo y como un animal hambriento, empezó a comerse aquella bestia y mientras lo pajeaba con ambas manos, también se lo tragaba y lo llenaba de saliva. En instantes, ese miembro tomó el espacio que le correspondía, con una erección plena que me dejó perplejo, continuando hasta que el árabe la separó de su entrepierna y salió del plano de cámara pero le dijo “espérate”. En instantes, él regresó con un bolso, de donde sacó una cinta métrica y le dijo a mi esposa “toma, mídeme el machete, para que sepas cuánto lomito te vas a comer hoy”, enseguida ella desenrolló la cinta y la colocó en la base de su miembro, extendiéndosela hasta la punta y poniéndose sus manos en la boca, volteó a la cámara y me dijo “son 28 centímetros y pico, mi amor”, juego hizo lo propio con la circunferencia y me dijo “son casi doce centímetro”, adicionando entre risas “hoy voy a comer mucha carne”. Luego, el árabe sacó una crema que al principio, me pareció lubricante pero no, era lidocaína, una crema que se utiliza para anestesiar y le indicó “ven y acuéstate sobre este escritorio”, luego volteó y tiró todo lo que estaba allí al piso. Obediente, ella se colocó acostada boca arriba y de inmediato, se colocó un poco de la crema en sus dedos, le subió ambas piernas y le untó la crema en el orificio del culo, introduciéndole poco a poco los dedos, contrastando esta delicadeza con la rudeza mostrada previamente, indicándole “te estoy poniendo cremita para que no te duela, por ahora no te voy a coger tu culo, vamos a dejar que haga efecto” y le ordenó “ven, sigue mamándomelo, quiero que te lo metas todo y que me llenes de saliva completo, hasta las bolas”. Ella obedeció, era una mamada celestial y de a poco, fue perdiendo el pudor y se lo mamaba con más desesperación, hundiendo ese palo dentro de su garganta hasta que el árabe comenzó a gemir, diciéndole “lo haces muy bien, perra, a que nunca habías mamado un trozo de carne como este”. Con el huevo adentro, ella levantó la mirada hacia el árabe y movió la cabeza de izquierda a derecha, diciendo “no” y volvió a su faena, allí estuvo poco más de veinte minutos, fue una mamada prolongada y mojada, muy mojada, pues se la mamaba y recibía insultos estimulantes de parte del árabe, gritándole “perra, mámamela, sucia, cómete mi machete, te voy a hacer tragar toda mi leche, puta”. Ella estaba como loca, mamándosela y pajeándosela con fuerza pero el árabe no acababa hasta que visiblemente cansada, ella bajó el ritmo y movía su cabello de un lado para otro. Acto seguido, él la agarró por la base de su cabello, por detrás de la nuca y la levantó, llevándosela a un sofá de tres puestos que estaba en la oficina y le dijo “ahora me toca a mí mamarte tu rica cuca”, entonces se acostó y comenzaron a hacer el “69”; ahí, el camarógrafo hizo una toma abierta y se veían a los dos, lamiéndose sus partes. Luego, el árabe le quitó el sostén, dejando libres sus grandes senos y comenzó a manoseárselos y a apretárselos, mencionándole “son tan ricos y duros como me los imaginé, perra sucia, me encanta tu sabor”. Después, empezó a morderle su clítoris y a hundir su cara en el sexo de ella mientras incrementaba sus gemidos y sus jadeos hasta que en pocos minutos, comenzó a gritar y a convulsionarse como loca por varios minutos, expresando cada tanto un ahogado “aaaggghhh, hhhuuummm” y al final, cayó tendida sobre el sofá. No obstante, el árabe no la dejó descansar mucho, enseguida se levantó y la puso a cuatro patas sobre el sofá, luego le acarició la vulva con su miembro de arriba hacia abajo y fue acercándole su morado e hinchado glande a su entrada, incrustándole poco a poco los primeros 10 o 13 centímetros, ella sólo alcanzaba a decir “ay, qué rico, qué rico, qué grueso, ay, así, hhhuuummm”. Después, comenzó un movimiento de mete y saca lento hasta que logró meterle todo lo que pudo adentro; en ese momento, las embestidas fueron con mayor fuerza y con mayor rapidez hasta que en breve, empezó a tener un orgasmo colosal, gritando y apretando el cojín del sofá con sus manos, fue un orgasmo duradero y sudaba a chorros, sin dejar de gritar y de contonearse, pidiéndole siempre más. Al escucharla, el árabe le preguntó “¿quieres más?”, ella le respondió “sssííííí”, enseguida empezó a darle sendas nalgadas que de inmediato, hicieron enrojecérselas, pues le daba con fuerza mientras ella le decía “me arrrrdeeee pero me gusta, cógeme, cógeme, pégame, has lo que quieras pero te voy a sacar la leche como sea, aaahhh” y volvió a acabar, gritando como loca y esta vez, mordiendo uno de los cojines, sólo alcanzaba a decir “ay, qué divino, qué rico, dame más, árabe, ¿eso es todo lo que tienes?”. Él se reía y seguía sin acabar, entonces se sentó en el sofá y le indicó que se sentara sobre sí, señalándole “ahora quiero taladrar ese culito rico y apretadito”. Antes, él se puso un preservativo y ella obedeció la orden, sentándosele encima y agarrándole su miembro, le dio paso lentamente dentro de su culo y no pasó mucho cuando todo ese palo desapareció dentro de ella, la cremita ya había hecho efecto y ese mastodonte le entró como si nada, el dolor vendría después. Fue un polvo extraordinario y así, ella volvió a acabar, casi perdiendo la conciencia hasta que pronto, él la tiró sobre el sofá, se lo sacó del culo, se quitó el condón y le dijo “abre la boca riquiquita que te toca tomarte tu leche”. Ella se sentó dispuesta y la abrió, el primer chorro fue copioso y salió disparado hasta su garganta, luego le llenó los ojos, la frente y el cabello con el segundo chorro, para volver a chorrearse en su boca y por último, en sus senos. Ya que terminó, le ordenó “límpiame el palo” mientras le restregaba toda su leche con su miembro, por la cara y por los senos, notándose que ella estaba visiblemente cansada y satisfecha. En un instante dado, el árabe le habló a la cámara, o mejor dicho, a mí y me cuestionó “¿te gustó?, parece que a ella sí, ja, ja, ja y lo que le falta”. Luego, dirigiéndose al primo, le dijo “te toca, yo me encargo de la cámara”, enseguida el otro se le acercó a ella ya sin ropa y lo primero que hizo fue sentarse en el sofá, donde la puso a mamárselo, su miembro era normal, era mínimo en comparación con el otro animal. Así, ella se lo mamó y lo pajeó muy rápidamente hasta que él empezó a convulsionarse, a punto de acabar, entonces se tomó el cabello con ambas manos, presagiando su inminente final y con un grito seco, dejó salir el semen en su boca, volteando a la cámara y dijo “esta perra sí sabe sacar bien la leche”. Entonces, el árabe entró en el plano de la cámara, comentándome “bueno, socio, me tengo que ir así que te la voy a mandar, espero que la disfrutes esta noche, si es que ella puede”. Pasada la media noche, ella llegó a la casa, sin pantaleta ni sostén, completamente olorosa a semen, a saliva y a fluidos que no eran míos, enseguida pusimos el video y tuvimos una noche divina, ella estaba completamente agotada pero me complació... |
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