Dale duro, cuñado |
Este relato es de un encuentro sexual que se dio con mi cuñada, ella se llama Margarita, es dos años menor a mi mujer y aunque se parecen mucho en las caras, son completamente diferentes en los cuerpos y en las formas de ser, pues mi esposa es delgada y a pesar de nuestros hijos, se cuida mucho y es delgada, sacó la fisonomía de mi suegra pues a pesar de sus cuatro hijos, es muy, muy delgada. Por su parte, mi cuñada es más llenita, tiene algo de llantitas pero nada del otro mundo, en lo que sí se la gana a mi mujer es que tiene un par de tetas fenomenales, pues mi esposa está bastante bien proporcionada de esa parte pero la verdad y tengo que admitirlo, mi cuñada se la lleva de calle. De igual forma en cuanto al trasero, pues como decía, mi esposa lo tiene bien formadito, nada voluptuoso y mi cuñada, gracias a que es más voluminosa, tiene un trasero mucho más grande, eso sí, el de mi mujer es mucho mejor. En las forma de ser, digo que son muy diferentes, pues mi esposa siempre fue una hija de familia que se dedicaba a estudiar, era muy apegada a sus padres, muy tranquila y nada reventada, creo que por eso fue que nuestra relación tuvo éxito, pues yo era lo contrario a ella y necesitaba a alguien que me hiciera sentar cabeza. En comparación, mi cuñada era muy diferente, ella no terminó una carrera y le gustaba andar en el relajo, tuvo muchos novios y por mi esposa sabía que era algo putona. Después de dejar la escuela, conoció a un cuate militar, del que se embarazó y se juntó cuando todavía era chica, tenía como veinte años aproximadamente, eso la hizo calmarse y tranquilizar su ritmo de vida. Después tuvo otro hijo y comenzó a dedicarse a su familia, solo que siempre tuvo muchos problemas con su pareja, pues aunque no era mala persona, era el clásico macho que cuando andaba tomado, la trataba como quería y en más de una ocasión, llegó a pegarle pero aún así, seguía con él. Un día, el cuate este la volvió a golpear y en esta ocasión, ella lo dejó pero como mis suegros viven en Estados Unidos, la única casa a la que podía llegar era la mía, así que le dimos alojamiento por tiempo indefinido; esto provocó algunos cambios en mi forma de vida, ahora cuando llegaba a mi casa, no solo estaba mi esposa y mis hijos, también mi cuñada y los suyos. Claro está que hasta los encuentros sexuales entre mi esposa y yo también sufrieron un cambio, ahora ya eran más escasos, pues a ella le daba pena que su hermana nos fuera a escuchar. Así era la convivencia en la casa, poco sexo, por decir nada, esto hacía que mi cabeza tuviera ideas locas, pues comencé a ver a mi cuñada, a ver ese par de melones y ese gran trasero que se cargaba, lo que hacía que poco a poco me fuera llamando la atención y aunque en ocasiones pensaba en lo rico que sería coger con ella y poder comerme todo lo que se cargaba, tampoco me aventaría a hacer alguna propuesta, ni mucho menos, era mi cuñada y vivía en mi casa, así que no me buscaría problema alguno. Cierto día era viernes y salí con mis amigos a tomarme unas cervezas y a platicar, tratando de calmar el estrés y pasármela bien, claro está, todo esto con el permiso de mi señora esposa. Por eso, llegué a la casa como a las dos de la mañana, no estaba borracho pero sí con algo de alcohol en mi sangre y en mi cabeza, pensando en que no me importaría despertar a mi cuñada, pues quería tener sexo con mi esposa. Así pues, llegué, entré a la casa y cuando caminaba hacia las escaleras para subir a mi cuarto, me percaté que la luz de la cocina estaba prendida, lo primero que pensé fue que se les había olvidado apagarla, así que caminé hacia allá, para apagarla. Cuál fue mi sorpresa que al llegar a la entrada de la cocina, vi que mi cuñada estaba agachada donde está el garrafón de agua, pues se estaba sirviendo en un vaso pero la sorpresa me la llevé pues ya tenía puesto su camisón, blanco, corto y transparente, así que al ser corto y ella, pensando que estaba sola, no hizo algo por bajárselo, pues este llegaba a la mitad de su gran trasero, así que podía verle las nalgas, así como un calzón corto, de esos llamados cacheteros, que solo cubren la mitad de las nalgas, de color negro. No supe cómo reaccionar, lo primero que quise hacer fue darme la vuelta y subir a mi cuarto, lo segundo era llegar y tomar tan majestuoso trasero con mis manos pero no hice ni lo primero, ni mucho menos lo segundo. Después, ella se incorporó y tomando agua de su vaso, volteó y me vio ahí parado, de inmediato interrumpió el trago a su vaso para decirme, “cuñado, no te escuche llegar”, ¡wow, qué visión tenía! y no pude contestar de inmediato, pues como comentaba, su camisón era transparente y no tenía puesto su brassiere, así que se le podían ver tan delicioso y enorme par de tetas en esa transparencia. Fue hasta que ella volvió a hablar, preguntándome “¿vienes de alguna fiesta?”, cuando pude salir del trance y de forma nerviosa, le contesté que no, que venía de estar con unos amigos. En vez de taparse o de apenarse y de la manera más normal y sencilla, ella siguió con la plática, como si estuviera vestida, añadiendo “¿y bien?, ¿qué tal te la pasaste?”, le contesté “bien, muy bien”, al tiempo que mi frente sudaba, mi pene se estaba poniendo duro y comenzó a marcarse por encima del pantalón. Luego me explicó “pues muy bien, yo ya estaba dormida pero me desperté por un camión que pasó, que hizo mucho ruido y por el calor, me dio sed y por eso bajé a tomar agua”. Justo en ese momento, ella terminaba de tomarse su agua y ponía el vaso en el fregadero, luego caminó hacia donde yo estaba y me cuestionó “¿y bien?, ¿no piensas subir a dormir? porque yo sí tengo sueño y como ya no tengo sed, ahora me voy a acostar”, respondiéndole “sí, ya también me voy a dormir”. De inmediato, pensé en subir detrás de ella, para poder verle de nuevo su trasero cuando fuera adelante de mí, entonces pasó por un costado y pude ver como su mirada se fijaba en el bulto que se me había formado en mi pantalón, después apagué la luz y caminé atrás de ella. Al subir las escaleras, no disimulaba nada y mi vista estaba fija en su gran trasero mientras ella seguía sin decir algo, sin mostrar algún ademán de molestia porque le veía el trasero, nada, solo seguía subiendo las escaleras. Cuando llegamos al final, me dijo “bueno, me voy a mi cuarto a dormir, hasta mañana, cuñado y que descanses”, enseguida se me acercó y me dio un beso en la mejilla, para posteriormente caminar hacia su cuarto, del que abrió la puerta y antes de cerrarla, todavía volteó a verme y bajó su mirada hacia el bulto de mi pantalón, sonriéndome y la cerró, ¡vaya si estaba más que caliente!. Esto me puso a mil, así que entré a mi cuarto echando tiros pero por desgracia, mi mujer estaba más que dormida y aunque hice el intento, simplemente no me peló, así que terminé masturbándome en el baño, recordando cuando la encontré empinada y mostrando su gran trasero. Al otro día, las cosas fueran como si nada hubiera pasado, mi cuñada se portaba de lo más normal pero yo ya no la veía con los mismos ojos, ahora en mi mirada había deseo por tenerla, mirando como movía su gran trasero, como se le marcaban tan deliciosos melones y en mi cabeza, se me metió la idea de cogerme a mi cuñada pero era riesgoso y la verdad, no quería comprometer mi matrimonio. Lo peor de todo fue que a partir de ahí, mi cuñada me coqueteaba más, lo hacía de forma muy sutil, a modo que nadie se diera cuenta, además se ponía blusas más pegadas y algo escotadas y siempre que podía y sin que nadie se diera cuenta, se agachaba y me mostraba sus escotes, sabiendo que la miraba, pues cuando se levantaba, siempre encontraba mi mirada pegada a sus escotes. En una ocasión, mi esposa y mi cuñada salieron de compras y me quedé al cuidado de los niños pero cuando ellas llegaron, todos los niños estaban arriba, viendo caricaturas y yo viendo el fútbol en la sala. Cuando entraron, me saludaron y mi esposa siguió su camino para subir al baño, luego amablemente le pregunté a mi cuñada si habían encontrado lo que querían comprar y sin más, sacó una bolsa, al tiempo que me respondía “sí, encontramos lo que buscábamos, sobre todo yo, mira lo que te voy a enseñar y me das tu opinión”. Apenas terminó de decir esto y sacó un par de coordinados de lencería de la bolsa, uno era un brasier color morado, muy coqueto y una tanga de igual color, preciosa; también me enseñó un brasier negro y una tanga negros. Naturalmente, mi mente viajó de inmediato imaginándome en cómo se vería ella con esos trapitos puestos hasta que me preguntó “¿cómo ves, cuñadito?, ¿te gustan?”, le respondí “sí, claro, se ven muy bonitos”, luego me cuestionó “¿y crees que se me vean bien?”, contestándole “pero por supuesto, te debes de ver fenomenal”. Enseguida, me señaló “pues muchas gracias, cuñado por lo que dices, eres muy lindo y quién sabe, ¿verdad?, igual y un día de estos te enseño cómo se me ven puestos”, esa fue una bomba que llegó directo a mi palo, que se puso duro y marcó un bulto en mi pantalón. De inmediato, ella lo notó y me dijo “caray, cuñado, si solo con ver este jueguito así, en mis manos, tuviste esa reacción, ya me imagino el día que me los veas puestos”. Al terminar de decir eso, se escuchó que la puerta del baño se abría, así que rápidamente los metió de nuevo en la bolsa y tomando todo lo demás, subió las escaleras y me quede ahí parado, sin decir algo más, entonces me senté en el sillón, para tratar de despejar mi mente, pues de nuevo, mi cuñada me había puesto muy caliente y ya no podía más, tenía que cogerme a mi cuñada, ya se me había vuelto una necesidad pero no se daba la oportunidad y a mí no se me ocurría algo para poder llevar a cabo mi deseo. Por su parte, ella seguía provocándome con escotes y con faldas cortas, en ocasiones pasaba muy cerca de mí y en más de una vez, según esto, pegó sus tetas en mis brazos, o en mi pecho, o en mi espalda de forma accidental, buscaba el tiempo para hacerlo y me provocaba. Por ello, mi deseo crecía y crecía cada vez más hasta que por fin, llegó el tan deseado momento en el que podría desfogar todo el deseo reprimido hacia mi cuñada. Era sábado, pasaba del medio día, yo regresaba de jugar al fútbol cuando mi esposa y los niños subían al auto, los habían invitado a una fiesta infantil, así que estarían fuera de casa toda la tarde y de pronto, me di cuenta que mi cuñada no estaba con ellos, así que le pregunté a mi esposa por su hermana y me contestó que se había puesto mal, que tenía un poco de migraña y que no quería salir, así que se iría sola con los niños. Yo todavía me ofrecí a ir con ellos, solo que tenían que esperar a que me bañara y a que me arreglara un poco pero mi esposa dijo que no, que ya era tarde y que mejor me quedara, así podría ver si se le ofrecía algo a su hermana, le comenté que estaba bien y se marcharon a la fiesta. A continuación, cerré las puertas y entré a la casa, no se veía alguien más, así que imaginé que mi cuñada estaría en su cuarto, entonces subí y al asomarme a su cuarto, la vi ahí, acostada y según yo, dormida, por lo que me dirigí a mi cuarto y alisté mi ropa, pues me metería a bañar. Posteriormente, tomé mi baño de lo más rico y normal, saliendo con mi bóxer puesto y una toalla enredada en la cintura, caminando hacia mi cuarto cuando escuché a mi cuñada decirme “cuñado, ¿puedes venir un momento, por favor?”; pensé que se sentía mal y quería que le diera, o que le trajera algo, así que caminé y al entrar a su cuarto, cuál fue mi sorpresa que ahí, parada a un costado de la cama, estaba ella pero eso no era todo, pues sólo tenía puesto el coordinado de brassier y tanga moradas, solo eso y nada más. Me quedé paralizado, observándola y deleitándome con tan fabuloso espectáculo, enseguida ella me preguntó “y bien, ¿qué opinas ahora?, te prometí que te los mostraría puestos y aquí están, ¿cómo ves?, ¿te gustan más así?”. Apenas le pude contestar “claro, se ven mucho mejor puestas, las luces muy bien”, me respondió “gracias, cuñadito, se agradecen los comentarios” y comenzó a caminar lentamente hacia donde yo estaba, también mi palo comenzó a reaccionar y a ponerse duro, gracias a la señal que le enviaban mis ojos, que no se cansaban de admirar a mi deliciosa cuñada. Ella llegó hasta donde yo estaba, se paró frente a mí y con las manos, me quitó la toalla de mi cintura, para ver la gran carpa que había ya formado con mi bóxer, cortesía de mi palo, que estaba más que duro, diciéndome “sabía que te pondrías así el día que me vieras con este conjunto”, al tiempo que bajaba su mano y comenzaba a acariciarme mi palo, por encima del bóxer, añadiendo “wow, parece estar mucho mejor de lo que me imaginaba”, aunque tardé un poco en reaccionar, pues realmente era algo que no me esperaba. Acto seguido, pasé mi mano por su cintura y la atraje hacia mí, para que mi boca se prendiera de la suya y nos fundimos en un beso que demostraba la gran cantidad de deseo y de lujuria que sentíamos en ese momento y que por mucho tiempo, no habíamos logrado sacar. Así seguía acariciándome suavemente mi palo, entonces puse mis manos en sus nalgas, las que le acaricié y le apreté, eran una delicia. Después de unos minutos de estarnos besando, ella despegó su boca de la mía y me dijo “pues bien, ahora veremos y probaremos el arma que te portas”, de inmediato se puso de rodillas y sin más, me bajó mi bóxer y mi verga saltó, mostrándose en todo su esplendor, haciéndola que pusiera una cara de admiración, incluso se mordió un labio y sin más, la tomó con una mano y se la dirigió a su boca, la que abrió y se lo metió casi de un solo golpe. De esa manera, le entró la mitad mi palo y sin más, comenzó con una rica mamada, realmente sabía cómo hacerlo, pues se ayudaba con una mano en las acometidas a mi palo y con la otra, me acariciaba mis huevos, en ocasiones intentaba metérsela toda pero nunca lo logró, pues cuando sentía que se ahogaba, de inmediato se la sacaba de su boca, comentándome “mmm, caray, cuñadito, estás muy bien, eh, por más que intento, no puedo meterla toda”. Yo no dije nada, pues disfrutaba en gran medida del sexo oral que me estaba regalando mi cuñadita. Pasados unos minutos, comencé a sentir que estaba por llegar al clímax, entonces la detuve y la levanté de los hombros para de nuevo juntar nuestras bocas y darnos otro delicioso beso, acercándonos lentamente a la cama, al tiempo que le quitaba su brasier y dejaba libres sus grandes tetas. A continuación, la recosté en la cama, dejando su boca y bajé para comenzar a saborear esos grandes y deliciosos melones que tanto deseaba, se los besaba, se los mordía y se los acariciaba, en verdad que eran un manjar. Después, la puse de rodillas en la cama y me puse frente a ella, para ponerle mi palo en medio de sus tetas, era algo que había soñado, hacerme una rusa en medio de tan inmensos melones. Con sus manos, ella tomó sus tetas y me apretaba mi palo mientras lo movía hacia arriba y hacia abajo; cada vez que lo hacía para arriba, ella recibía la cabeza de mi palo con su boca, fue delicioso hacerlo y estuve así por otros minutos hasta que dejé de hacerlo y la volví a acostar, solo que en esta ocasión, me fui directo a su montecito, donde le pasaba la lengua y mis dedos aún por encima de la tanga. Posteriormente, le quité su tanga y dejé al descubierto, un gran monte de placer, cubierto por una capa de vellos negros, los que moví hacia un lado con mis dedos para dejar libre el camino a mi boca, que posé sobre su sexo y sin más, mi lengua comenzó a recorrerla toda y cada parte de esta deliciosa vulva. Ella reaccionó con un rico gemido, cerrando sus ojos y se disponía a gozar de mi lengua y de mi labios, era un manjar y ya de su vagina emanaba un rico calor, además de que sus jugos que salían por la excitación, se mezclaban con mi saliva y pronto comenzó a gemir “oh, sí, cuñadito, sigue, no pares, qué delicia, sigue así” y me daba gusto con mi lengua. Después, comencé a meterle un dedo, eso hizo que ella diera un gemido más fuerte, al tiempo que mi dedo la penetraba y mi lengua le acariciaba su clítoris, luego le metí dos y hasta tres dedos, eso la volvió loca, pues sus manos se apoderaron de mi cabeza y la empujaba más en su vulva, gimiendo y retorciéndose pues estaba recibiendo una gran cantidad de placer, diciéndome “oh, sí, sigue así, cuñadito, sigue así, ah, estoy a punto de llegar, ah, sí, no pares, sigue así, sigue así”. Mientras tanto, su cuerpo se convulsionaba hasta que su boca dejó escapar un fuerte gemido, además sus manos aprisionaban más mi cabeza contra su vulva y de esta salía una gran cantidad de líquido que mojaba mis tres dedos, así como parte de mi mano y de mi boca. De esa forma, degusté ese néctar tan delicioso con singular alegría y ella se convulsionaba, incluso dejó mi cabeza para apretarse sus tetas hasta que dejé lentamente de mover mis dedos y se los fui sacando, cuando aún estaba disfrutando de los efectos de su orgasmo. Luego, me acosté a un costado de ella y al ver esto, de inmediato se levantó y se montó encima de mí, tomando mi palo con una mano y se lo apuntó a la entrada de su vagina; una vez que le entró la cabeza, se dejó caer haciendo que todo entrara en sí. Después, puso sus manos en la cama, a mis costados y comenzó a mover su trasero, llevando el ritmo de las penetraciones a su antojo y como yo tenía sus tetas frente a mí, no dudé ni un segundo en tomarlas con mis manos; en esta posición, se apreciaban más grandes y me concentré en degustar tan suculento manjar mientras ella movía su trasero arriba y abajo, en momentos lo hacía en círculos, dándose gusto a placer. Después, quité mis manos de sus tetas y las puse en su trasero mientras seguía lamiéndole y chupándole sus tetas con mi boca, ayudándole en las arremetidas, ¡vaya que se movía delicioso! hasta que pasados unos minutos, ella dejó de moverse, se sacó lentamente mi palo y se sentó justo frente a mí. Como estábamos sentados frente a frente, nuestras piernas se entrelazaron y de nuevo ella tomó mi palo con su mano y se lo metió en su vagina; además, como mis brazos estaban estirados y mis manos se apoyaban en la cama y de igual forma estaba ella, comencé a mover mi cintura con gran velocidad, era fabuloso ver su cara y su boca abierta dejaba escapar algunos gemidos y sus tetas brincaban de un lado a otro. También se escuchaba como mi pelvis chocaba con el de ella mientras mi palo entraba y salía con rapidez, diciéndome “ah, sí, sigue así, cuñado, qué rico me estás cogiendo, qué rica verga tienes, me estás dando tanto placer” y seguí con mis movimientos hasta que estaba a punto de terminar, ya no podía más. Por su parte, ella gritaba y gemía con gran fuerza, su rostro denotaba una gran cantidad de placer y ya no podía más, estaba por explotar y se lo hice saber, indicándome “sí, sigue, termina adentro, lléname con tu leche, sí, sigue, sigue, vamos, ah, sí, ah”, estallando finalmente en una gran venida, de mi palo salía una gran cantidad de leche, lo que le provocó otro orgasmo. De esa forma, sentía como mi palo se mezclaba con sus jugos y con mi leche, entonces comencé a dejar de mover mi cintura, para quedarme quieto y dejar pasar los últimos espasmos de mi venida, al tiempo que ella me veía fijamente, con unos ojos que aún denotaban deseo y de su boca dejaba escapaban pequeños gemidos y se notaba como intentaba recuperar su respiración, era fabuloso verla ahí, con unos ojos que pedían más, con una cara de lujuria total. Lentamente me hice hacia atrás para que mi palo se saliera de ella, brotando una mezcla de mi leche y de su néctar, para después hincarme al igual que ella y darnos un enorme beso, además nuestros cuerpos se pegaron y nuestros sudores se mezclaron. Pasado un par de minutos, ella se separó de mí y me tomó de la mano, diciéndome “ven, vamos al baño a enjuagarnos, que aún quiero seguir cogiendo contigo, cuñadito”, así que fuimos al baño y nos metimos en la regadera para enjuagarnos, ahí nos seguíamos acariciando y besando mientras me decía “¡qué rico coges, cuñado!, no tienes idea de lo caliente que me tenías, hacía rato que necesitaba tu verga, soñaba con coger contigo”, a lo que contestaba “pero cuñada, tú no te quedas atrás, ¡qué clase de calentones me has puesto!, desde el día que llegué en la noche y te vi ahí empinada, con el trasero al aire, moría por correr y metértela toda”. Luego, me señaló “pues lo hubieras hecho, no sabes cómo mi culo pedía por esta verga que te cargas” y sonriendo, afirmé “eres una calienta vergas, cuñada, lo sabías”, aclarándome “no, solo soy tu calienta vergas, no me importaba nada más que calentarte, provocarte, quería que me cogieras, quería tenerte dentro de mí y por fin lo realicé pero aún te falta algo, cuñadito”. Incrédulo, le pregunté “¿si, cuñada? y ¿qué es lo que me hace falta?”, afirmando “quiero que me rompas el culo, quiero sentir tu verga en mi culo, llenándomelo de leche”, enseguida cerramos la llave y salimos casi corriendo a la recámara pero mi verga aún no estaba completamente dura, entonces me tendió en la cama y me hizo que abriera mis piernas. Luego, ella se acostó en medio pero con la cara a la altura de mi verga, me la tomó con una mano y sin más, se la metió por completo en su boca, era una sensación única, pues después de haber eyaculado, aún se sentía sensible y sentirla dentro del calor de su boca, me daba raras sensaciones. De esa manera, ella se metía y se sacaba mi verga, succionándome la cabeza, luego me la recorría con la lengua hasta llegar a mis huevos, los que me chupaba y se metía uno a uno en su boca, después regresaba y se la metía de nuevo en su boca. Así estuvo por unos minutos, después se la sacó y me la lamió poco a poco hasta llegar de nuevo a mis huevos, diciéndome “ya está lista para romperme el culo”, enseguida me la soltó y de inmediato, se levantó para ponerse en posición de “a perrito”. Al momento, me puse detrás de ella y me deleité un poco viéndola ahí, empinada, con el culo pidiendo verga, luego le acaricié sus nalgas y le pasé un dedo por su culito, después me agache para besarle y darle pequeñas mordidas a sus nalgas, entonces levanté mi cara y con la mano derecha, le acariciaba una nalga hasta que le solté una pequeña nalgada. Ella sólo exclamo un “mmm”, así que seguí acariciándola para después darle otra nalgada, solo que ahora más fuerte y volvió a lanzar otro gemidito, de inmediato bajé mi cabeza para pasarle mi lengua por su culito, esto hizo que su cuerpo vibrara un poco, además le metía mi lengua lo más que podía, lo que realmente disfrutaba al máximo. En una ocasión, mi lengua le entró casi a la mitad, esto realmente la volvió loca, gimiendo fuerte y me pedía que siguiera pero no pensaba quedar mal, así que seguí en lo mismo, ahora le pasaba mi lengua alrededor de su culito y luego lo arremetía, metiéndole lo más que podía hasta que mi boca y mi lengua se cansaron, así que ahora comencé a utilizar un dedo, que después de llenármelo de saliva y gracias a la que ya le había dejado con mi lengua en su culito, no me costó nada de trabajo que le entrara por completo y gimió cuando lo tuvo todo adentro. Después, comencé a hacer movimientos de meterlo y sacarlo mientras le besaba y le lamía sus nalgas con mi boca, ahora mi dedo ya entraba y salía con facilidad, así que me propuse atacarlo con otro dedo y después de llenármelo de nuevo de saliva, comencé a metérselo poco a poco. Ahora ya tenía dos dedos adentro y su culito no tardó en acoplarse a ellos, pues se los metía y se los sacaba lentamente, para que mi cuñadita lo disfrutara hasta que de pronto, ella volteó su cabeza y mirándome a los ojos, en tono de súplica y de orden, me dijo “ya, por favor, ah, ya méteme la verga, ah, ya no puedo aguantar más, te quiero adentro, cuñado, por favor, ya métemela”. Sin más, le saqué mis dedos y me acerqué para que metiera mi verga en su boca y la llenara de saliva, una vez que ella hizo esto, me coloqué detrás de ella y poniéndole saliva de mi boca en su culito, tomé mi verga con una mano y se la apunté a la entrada, empujándosela un poco hasta que la cabeza le entró por completo. Al instante, ella lanzó un gemido y apretó las sábanas con sus manos, al tiempo que seguía empujando poco a poco, para que le entrara de forma muy lenta, esperando a que mi cuñada me dijera que ya no quería; sin embargo, no fue así y seguí empujándosela poco a poco hasta que le entró toda completamente, al tiempo que ella gemía y se quejaba. Luego, dejé quieta mi verga hasta dentro de su cuerpo hasta que después de un par de minutos de estar así, levantó su cabeza, volteó a verme y me dijo “ahora sí, dale duro, cuñado”, enseguida comencé a mover mi cintura; en un principio, mis penetraciones fueron lentas pero poco a poco incrementé el ritmo, ahora eran más rápidas, incluso se escuchaba como sus nalgas chocaban con mi pelvis, era un placer inmenso voltear hacia abajo y ver tremendo culo en todo su esplendor, así como ver cómo mi verga entraba y salía de su culito, el que a pesar de ya haber sido usado antes, apretaba muy rico, ¡qué delicia era mi cuñada!. Mientras tanto, ella no paraba de gemir y de gritar “más, sí, más, sigue así, rómpeme el culo, así, oh pero ¡qué rica verga tienes, cuñado!, ah, sigue así, dame más, dame más” y le contestaba “oh, cuñada, ¡qué rico culo tienes!, aprietas fabulosamente, eres una puta, cuñada, una deliciosa puta”. Entre gemidos, me respondió “sí, ahora soy tu puta, cuñado, ah, solamente tu puta, ah y quiero que me des más de esto”, a lo que señalé “sí, cuñadita, siempre que quieras verga, solo pide, esta verga estará disponible para ti siempre que la requieras”, insistiéndome “oh, sí, cuñado, qué feliz me haces, ah, qué feliz, oh, sí, sigue, sigue, ah, ya no pienso soltar esta verga, ah, que tanto placer me está dando”. Alcanzamos tal excitación que ya no pudimos más y de pronto, escuché un fuerte grito, acompañado por un líquido caliente que mojaba mis piernas y no logré contenerme más, estallando en una deliciosa y placentera sensación mientras mi verga expulsaba una abundante y espesa leche en gran cantidad, que inundó las entrañas de mi cuñada. Después del enorme grito de placer que lanzó, ella pegó su cara en el colchón, al tiempo que sus manos apretaban las sábanas y su cuerpo se convulsionaba en un sin fin de sensaciones, realmente fue el mejor orgasmo que alcanzó en esa sesión de sexo. Poco a poco, mis movimientos fueron parando hasta quedar completamente inmóvil, con mi verga aún dentro de ella, pero fue perdiendo lentamente su dureza y su firmeza, así que cuando se la saqué de su culito, estaba llena de leche y de inmediato, fui al baño a enjuagarme mientras mi cuñada se dejaba caer boca abajo en la cama. Cuando salí del baño, me di cuenta de que ya era tarde y no tardaría en llegar mi esposa con los niños, así que me pasé directamente a mi recámara y comencé a vestirme; estaba por terminar cuando apareció mi cuñada, solo traía puesta su tanga morada, con las tetas al aire, entonces se me acercó y me abrazó, dándome un beso. En eso, sonó el teléfono, era mi esposa diciéndome que ya estaban por regresar, así que después de eso, nos pusimos de acuerdo en lo que diríamos, pues a final de cuentas, estuvimos solos toda la tarde, pues ella se quedó porque según tenía migraña pero la finalidad de quedarse fue simplemente coger conmigo. Más tarde, llegó mi esposa y los niños, todo fue normal como antes y al otro día, me levanté temprano y me metí a darme un baño. Cuando salí, mi cuñada ya estaba levantada y pasó a mi lado, diciéndome “hola cuñado, buenos días, ¿qué tal dormiste? porque yo dormí muy bien, como hace mucho no lo hacía”, todo esto me lo dijo con una pícara sonrisa y guiñándome un ojo. Después, ella pasó al baño y me fui directo a la recámara, donde los niños aun dormían pero mi esposa ya estaba despierta, enseguida me saludó y me dijo que se daría un baño. Cuando mi cuñada salió, ella entró al baño para bañarse, luego escuché como mi cuñada se lavaba los dientes y poco después, el correr del agua pues mi esposa acababa de abrir la regadera. Apenas me había puesto un bóxer y un pants cuando mi cuñada entró al cuarto, me dio un pequeño beso y me dijo “ayer solo me hizo falta algo”; al decir esto, ella se agachó y se puso de rodillas frente a mí, me bajó mi pants y mi bóxer y tomó mi aún flácida verga, para metérsela en su boca, comenzando a darme una mamada de campeonato. Obviamente, mi verga no tardó en ponerse dura y ella se esmeraba con su boca y con una mano, dejándome llevar, teníamos que apurarnos, pues solo teníamos el tiempo que tardaría mi esposa en bañarse, además de que mi cuñada lo hacía fabulosamente, en verdad que no tardé casi nada en sentir que terminaría. De inmediato, se lo hice saber y sin embargo, ella no hizo algo por quitarse, por el contrario, aumentó el ritmo de sus chupadas y el movimiento de su mano hasta que no aguanté más y descargué una gran cantidad de leche. Con gran maestría, mi cuñada no dejó escurrir ni una sola gota, se la tragó toda y no paró de chuparme la verga hasta que ya no salió ni una sola gota, después se levantó y aún con restos de mi leche en su boca, me dio un beso, diciéndome “esto fue lo único que me faltó ayer” y salió de la recámara. Yo me quedé ahí por unos segundos, para después subirme mi bóxer y mi pants, después mi esposa salió del baño y se encontró con mi cuñada, preguntándole si tenía hambre y qué se le antojaba de desayunar, ella volteó, me vio ahí parado, en la puerta de la recámara y le contestó “mmm, pues para empezar, se me antoja un buen vaso de leche”. |
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